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"ALDEA 21"

"El lado obscuro"

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ALDEA 21

    vraldapa@gmail.com
    @vraldapa

     

    Después de cinco días de los sucesos del Jueves Negro del 17 de octubre en la ciudad de Culiacán, una normalidad aparente se vive y se percibe en las calles, comercios y lugares públicos de la capital de sinaloense. Una calma sinuosa y a la vez resiliente cubren el ambiente y a las personas; esa capacidad que hemos desarrollado los culichis para adaptarnos a situaciones adversas como los hechos violentos de la semana pasada, una forma muy nuestra de ser y estar, de sobreponernos y a la vez recapitular la cotidianidad como requisito para continuar este proyecto de vida común, que todos compartimos, a veces de manera consciente o inconsciente.

    Quienes nacimos y vivimos en Culiacán conocemos las historias que relatan cómo se dieron las circunstancias que motivaron los terribles y lamentables hechos de violencia el pasado jueves, lo hemos sabido siempre, es el crimen organizado que tuvo su origen en el tráfico de las drogas, los hemos sabido por décadas, por cien años, no es ningún secreto.
    Investigaciones como las de Froylán Enciso, del Centro de Estudios México-EU de la Universidad de California, que en un estudio realizado en 2014 anota que el cultivo de amapola y el uso de otras drogas llegan a Sinaloa 1911 a través de un oriental inmigrante de origen chino llamado Lai Chang Wong que se dedicó a la medicina empírica en esta región, personaje que cambió su nombre por el de José Amarillas y se asentó en la comunidad de San José de la Puerta en el municipio de Badiraguato.

    Otro referente es el dato histórico que consigna un supuesto convenio bilateral entre los gobierno de México y Estados Unidos para la siembra de amapola para la producción de morfina necesaria para su uso médico durante la Segunda Guerra Mundial, relación que luego abriría un mercado ilegal de drogas para abastecer a toda una comunidad de adictos resultados de la guerra en el vecino país.

    Así se describen los hechos que sembrarían la semilla del narcotráfico en Sinaloa, las posteriores décadas de la primera mitad del Siglo 20 hasta nuestros días. Una muy conocida y documentada historia y diversos estudios académicos narran el origen del tráfico de drogas en nuestra entidad, por otro lado gran cantidad de películas, series de televisión y una vasta literatura han contribuido a divulgar muchas de estas historia y han creado alrededor de ellas mitos y leyendas que han saturado el imaginario colectivo hasta llegar a la apología de este fenómeno social.

    Una narrativa que no sólo da testimonio de estas historia, sino que nos da ideas aproximadas e hipotéticas de cómo se estructura y funciona este fenómeno que hoy calificamos como crimen organizado, hechos sociales que hoy inevitablemente forman parte de nuestra historia, de lo que somos y hemos sido como una sociedad, una sociedad en la que se vive y cobra vida el narcotráfico.

    Hoy el narcotráfico creó una enorme organización criminal que permeó esferas de poder no sólo en el ámbito nacional sino sobre todo en el internacional, en el que Sinaloa se ve afectada, como afirmó en 2001, en una entrevista del periódico La Jornada, el investigador Nery Córdova, en el que consigna que en Sinaloa, mediante el lavado de dinero, el narcotráfico tocó directamente distintas esferas de la vida social de nuestro estado: la cultura, los espectáculos, la música popular, el deporte y la educación, además del turismo, la banca, la pesca, la agricultura, la ganadería, la agroindustria, la construcción y el comercio.

    En Sinaloa nadie es ajeno al fenómeno del narcotráfico, se ve, se escucha, se manifiesta, se viste, se siente y se padece, una realidad que tampoco es novedosa. Un asunto público que ha generado no sólo efectos disfuncionales, sino que ha contribuido a una economía, que a pesar de su origen ilícito, ha favorecido al empleo y a la actividad económica lícita. Una disyuntiva moral con la que de muchas maneras hemos convivido y hemos terminado por aceptar. Una verdad que nos cuesta trabajo reconocer, pero negarla nos restaría honestidad y sobre todo perderíamos la oportunidad de entendernos y encontrar respuestas.

    Después del jueves 17 y su experiencia trágica, lamentable, nos quedó el miedo, la frustración, el coraje, el dolor y una fuerte indignación. Pero también nos generó una suerte de negación de una parte de la realidad y ante ello una urgente necesidad de encontrar una identidad distinta a la que se manifestó ese día; y por eso se afirma en las redes y medios de comunicación que “somos más que eso”, y es verdad, pero también somos lo otro aunque no nos guste, porque de aquí surge y aquí se origina. Y hasta que no veamos con ojos de aceptación y responsabilidad la realidad con todos sus matices, nuestros juicios tendrán una dosis notable de parcialidad que niega al otro, ese otro que vive entre nosotros y que por no querer verlo nos encara para ser visto de una forma que hoy lamentamos. Es como si quisiéramos separar las parte del todo. Pero habría que preguntarnos antes:

    ¿Qué tanto forma parte de nosotros el narcotráfico? ¿Quién realmente puede afirmar que su vida ha estado ajena de este fenómeno social? ¿Es posible que una persona pueda ser parte de la solución si se asume ajeno a las causas o efectos de lo que genera el narcotráfico en nuestra sociedad?

    Sin duda un tema complejo que lleva al menos 70 años como problema social de nuestro tiempo. Quizá por ello sea momento de plantearse preguntas mucho más complejas para tratar de entender nuestra realidad social.

    La psicóloga y estudiosa del comportamiento humano, Valeria Sabater, comenta sobre el arquetipo de la sombra, que representa, según la psicología analítica de Carl Jung, el «lado oscuro» de nuestra personalidad. Se trata de un submundo convulso de nuestra psique donde se contiene lo más primitivo, los egoísmos más afilados, los instintos más reprimidos y ese «yo desautorizado» que la mente consciente rechaza y que sumergimos en los abismos más profundos de nuestro ser. De esa sensación de disputa que a veces llevamos con nosotros mismos cuando trabajamos nuestras frustraciones, nuestros miedos, inseguridades o rencores.

    Carl Jung en esta idea afirmó que “Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”. Ante esta realidad social a la que hemos denominado de niveles de “descomposición social, es necesario reconocer como sociedad, nuestro lado obscuro, asumir con valentía, más allá de la manifestación verbal y pública, lo que hemos ignorado, permitido, fomentado, simulado, participado, condescendido, aprovechado, recreado, sobrellevado… del narcotráfico y de todo lo que a su alrededor cobra significado en nuestra sociedad.

    Hasta aquí mi opinión, los espero el próximo viernes en este espacio.

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