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"Ámbito"

"El reto"

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    El interés nacional late actualmente al ritmo de una dicotomía anímica compartida entre la política y el deporte. En el primero de los casos está en curso el tramo final de la carrera proselitista que dentro de diez días se definirá mediante la jornada electoral cuyo resultado principal, con base en las encuestas, se presume definido, aunque ese proceso mantiene todavía aristas de incertidumbre. Por cuanto a la competición mundial del futbol, después del anhelado y logrado triunfo sobre Alemania, los aficionados mexicanos se aferran a la esperanza de ver colocado al equipo azteca entre los finalistas del torneo.
     
    Mediante otros inesperados resultados que equipos supuestamente débiles han rendido al neutralizar el poder de rivales favoritos, la Copa de Rusia 2018 está aportando sorpresas acordes con la máxima de que en futbol no hay enemigo pequeño. Esta evidente realidad se confirma en las canchas, aunque también en el terreno de la política suelen registrarse resultados sorpresivos.
     
    Con esa asociación mental como recurso, entre el electorado opositor a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador se vislumbra la posibilidad de que el primer día de julio, ya inminente, el ejercicio ciudadano deposite también una sorpresa en las urnas, en tanto que el candidato del Morena esgrime como argumento la tendencia del voto al reiterar que para revertir la ventaja que lo favorece no bastaría una sorpresa. “Ni con fraude me ganan, apenas un milagro”, dice.
     
    Esa anhelada sorpresa se finca en la aportación latente del voto indeciso que conservadoramente se estima en un 40 por ciento del electorado, pero sólo se lograría remontar la prevista desventaja ante el candidato puntero a condición de que esa proporción de sufragios indefinidos fuera volcada en su totalidad a favor de uno de los dos contendientes, ya sea Ricardo Anaya Cortés o José Antonio Meade Kuribreña. Es difícil concebir un comportamiento electoral de tal naturaleza. En todo caso, en política como en futbol se puede hablar de sorpresas, pero no de milagros.
     
    Con toda justicia en el ámbito internacional crece la condena en contra del Presidente Donald Trump por su nuevo ucase de “cero tolerancia” en contra de la migración, mediante el cual se desprende a los niños del seno familiar y se les mantiene recluidos en centros de detención instalados en campos y bases militares de Estados Unidos, después de ser separados de sus padres en la frontera sur de ese país. 
     
    La Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, y las instituciones paralelas de Ecuador, Colombia, Honduras y Guatemala demandaron la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, a manera de respuesta, Trump saca a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas entre expresiones descalificatorias contra ese organismo, por parte de su Secretario de Estado y de su embajadora ante la ONU.
     
    La política migratoria del entonces Presidente Obama puso también en ejecución deportaciones masivas de indocumentados, pero nunca incluyó la separación de la población infantil, acción que en el caso de Trump puede interpretarse como una suerte de inhumano castigo para escarmiento de quienes incurren en el delito de aspirar al “sueño americano” y sólo encuentran la sádica pesadilla que atormenta a los padres de familia y lesiona psicológicamente, y tal vez en forma irreversible, a los niños. No cabe duda que de un ensoberbecido tirano bipolar todo puede esperarse.
     
    Ante esta realidad se antoja cándida, por definirla de alguna manera, la propuesta de Andrés Manuel López Obrador en el sentido de intentar un ejercicio dialéctico con Donald Trump en busca de limar asperezas. Por lo menos durante dos años el próximo gobierno de México tendrá que sortear los ominosos avatares de la administración trompiana que toda persona de buena fe en este mundo espera no ver prolongada por otros cuatro años mediante una reelección. Las evidencias, al menos, no apuntan hacia una posibilidad tan nefanda. Por lo pronto los hechos marcan un llamado de alerta a la política exterior de la entrante administración mexicana. Todo un ingente reto.
     
     

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