"El valor de los límites"

Los límites producen molestias, pero son muy necesarios. Esos bordes o fronteras indican por donde se debe transitar para no invadir terrenos que no son propios, adecuados o recomendables.

Nadie dudará, por ejemplo, de la necesidad de trazar una línea divisoria en los carriles de la carretera. Asimismo, todos coincidirán en la urgencia de contar con líneas que demarquen las áreas y dimensiones de un campo deportivo, la salida y la meta, la velocidad permitida, o el despegue y aterrizaje en las pistas de un aeropuerto.

Es cierto que, en ocasiones, los límites son paralizantes, como señaló Anthony Robbins en su libro “Poder sin límites”. O, como aduce una frase motivacional de que en todo camino hay obstáculos, pero se pueden superar porque los límites se los pone uno mismo.

No obstante, la bondad, valor y utilidad de los límites está fuera de toda discusión. Las rayas que demarcan los bordes y el centro de la carretera no constriñen mi libertad, al contrario, me indican cuál es el terreno más seguro para que yo pueda conducirme con toda propiedad.

El filósofo argentino Jaime Barylko, en su obra “Los hijos y los límites”, expresó que estos últimos no cercenan la libertad, sino que la otorgan.

“Las rayas no son el camino; el camino está entre ellas, y dentro de ese estar entre ellas tú puedes elegir el ritmo, el movimiento, el desplazamiento, la velocidad, el rumbo, el qué, el cuándo, el cómo, y si quieres dejas de moverte, te detienes, y todo lo que tu fecunda imaginación te proponga. Lo puedes realizar sabiendo qué va adentro y qué va afuera de esos límites, de esas rayas. Y eliges. Esa es tu libertad, y la tienes porque tienes límites”, subrayó.

¿Valoro y respeto los límites?