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"Opinión"

"En defensa de Alfonso Reyes y su cartilla moral"

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    El que no conoce la obra de Alfonso Reyes se pierde de uno de los mejores ensayistas mexicanos de la primera mitad del Siglo 20. Borges lo llamó “el más fino estilista de la prosa española de nuestro siglo”. Hoy su nombre viene al escándalo porque muchos, sin conocer nada de su amplísima trayectoria literaria, se empeñaron en juzgarlo por la reciente publicación y reimpresión por parte del gobierno de Andrés Manuel de su “Cartilla moral”, texto exquisito y elegante escrito en 1944. 
     
    Alfonso nació en 1889, fue hijo del general porfirista Bernardo Reyes Ogazón, uno de los insubordinados que fraguaron la caída del gobierno de Madero. La decena trágica le quitó a su padre en la toma de Palacio Nacional, el General Reyes cayó abatido por las balas de los pocos leales que resistían el asedio golpista en los primeros días de febrero de 1913, cuando Alfonso tenía apenas 24 años.
     
    Desde muy pequeño asomó su gusto por las artes y la literatura, las calamidades posrevolucionarias y los problemas que la lucha más sangrienta en la historia de México dejó para él y su familia lo obligaron a autoexiliarse en Europa tras rechazarle una oferta de trabajo al usurpador Victoriano Huerta. Al graduarse y por méritos propios, aplicó examen para sumarse al servicio diplomático mexicano, por sus amplias capacidades se ganó un lugar en un modesto puesto diplomático en la Legación de México en Francia. Él no buscaba glorias en la diplomacia sino una salida digna a la barbarie y persecución en las postrimerías de la revolución.
     
    Pronto dejaría Francia para irse a radicar a España, Alfonso trabajó en Madrid escribiendo a destajo para medios locales y algunos funcionarios menores que recurrían a su elegante pluma para redactar sus cartas. Su inteligencia y conocimiento del mundo lo llevaron a relacionarse con intelectuales de la época, uno de ellos fue el literato y filósofo español Azorín, quien le solicitó en 1916 la edición de “El peregrino” de Lope de Vega. Durante su estancia española amistó también con poetas, intelectuales y filósofos como Manuel Azaña, Pedro Enríquez Ureña, Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset quienes lo consideraron un culto e ilustre mexicano. 
     
    Mientras él crecía en Europa perfeccionando sus textos y mejorando su condición económica y posición social, en México una generación de intelectuales lo echaban de menos. A decir de Daniel Cosío Villegas, un tanto a reproche y otro tanto a nostalgia, la generación de los sabios mexicanos estaba incompleta porque uno de ellos vivía del otro lado del Atlántico y no se le veían ganas de volver. 
     
    En esa generación de intelectuales, humanistas y e ideólogos del modelo de nación que vendría a dar forma y rumbo en la construcción de un México de instituciones, estaban Vicente Lombardo Toledano, Jesús Moreno Vaca, Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín, Antonio Castro Leal, Teófilo Olea y José Vasconcelos. 
     
    En febrero de 1939, Reyes regresa a México después de una vida diplomática por Sudamérica y ya como un literato consumado. Lázaro Cárdenas lo nombra presidente de La Casa de España que años después se convertiría en El Colegio de México y durante esos años comienzan a publicarse y divulgarse algunas de sus obras. En 1944 escribe la Cartilla moral, una obra cívica, dirigida a los lectores jóvenes que estaba estrenando la ciudadanía.
     
    La Cartilla moral no es propiamente un libro, sino un tratado literario de corta extensión que refleja la visión del autor sobre la conciencia del entorno y el sentido social. Los dichos absurdos vertidos sobre el texto, están sujetos a las irreflexivas diatribas de nuestro contexto político por lo cual no tienen lugar para tomarse como una crítica seria al gobierno de López Obrador. Voy más allá, aquellos que pretenden juzgar de “ideologizante” la obra de Alfonso Reyes están en un gravísimo error de enfoque. 
     
    Andrés Manuel puede ser juzgado por sus actos y sus errores, yo mismo he señalado sus múltiples y cínicas contradicciones. Pero le aplaudo la amplísima difusión del texto de uno de nuestros genios literarios, ojalá no se quede sólo en uno. Espero y promueva la lectura de otros más, que le sean afines o no a su ideología, para que nos facilite leerlos a todos y formar así nuestros propios juicios sobre sus obras. La Cartilla moral no es el postulado ideológico de Morena, ni el “manual del chairo”, es una excelsa obra que todos los ciudadanos deberíamos leer sin prejuicios. Luego le seguimos...
     

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