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"Aldea 21"

"Estado, sociedad civil y participación ciudadana"

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ALDEA 21

    La polémica iniciada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador al sugerir que las organizaciones de la sociedad civil dejaron de representar al pueblo de México, ha generado diversas opiniones y reflexiones en torno al desempeño de estas organizaciones, su impacto en la sociedad y los beneficios que reciben quienes las integran. 
     
    El pasado martes en su conferencia de prensa matutina, el Presidente López Obrador lanzó sus interrogantes al desconocer quiénes eran los de la llamada “sociedad civil”, afirmó también, que entes ajenos al pueblo se habían apropiado de ellas: “...no conozco a gente de la sociedad civil de izquierda” aseveró, como también que “todo lo que tiene que ver con la sociedad civil tiene que ver con el conservadurismo”, asegurando que son ahora los grandes consorcios quienes promueven a la “sociedad civil”.
     
    Ante estas conclusiones del Presidente de la República surge la pregunta de ubicar exactamente ¿de qué estamos hablando o qué entendemos cuando nos referimos a la sociedad civil?, además de conocer ¿qué o quién otorga el estatus de organización de la sociedad civil?
     
    Una de las definiciones más recurridas y reinterpretadas según su contexto histórico, la describe como el conglomerado de ciudadanos o gobernados que se agrupan o asocian para actuar a favor de intereses o recursos bien definidos y que pueden coincidir o no, con una política de Estado. Definición un tanto teórica, que en el plano de nuestra realidad social mexicana ha ido adquiriendo diferentes matices y presencia, pero que sin duda ha desempeñado un rol que ubica a las organizaciones civiles como protagonistas de la democracia más allá de lo electoral, al actuar fundamentalmente como intermediarias entre gobiernos y ciudadanía. 
     
    De ahí que poner en el plano del desconocimiento su presencia sería como desconocer los avances de la participación ciudadana en los asuntos públicos, que si bien podríamos identificar niveles bajos de participación en muchos sectores de la sociedad, desestimarla sería retrasar aun más el camino ganado y sobre todo inhibir la importancia de la experiencia de la fuerza organizada y lo que representa para el cambio social que se convoca desde el gobierno federal, principalmente para enfrentar retos tan complejos como la corrupción y la violencia que padecemos en la actualidad.
     
    A pesar de que se cuestiona que grandes corporaciones nacionales e internacionales han impulsado y financiado la organización y creación de entidades sociales con estas características que han promovido la conservación del fallido modelo económico neoliberal mexicano, no todos los esfuerzos de la iniciativa privada han actuado de forma mezquina.
     
    Ante el momento histórico que vive el país y los cambios sociales que plantea el actual gobierno de la República, quizá deba dilucidarse con mayor precisión y elocuencia el rol social que juegan y han jugado las organizaciones de la sociedad civil, sin que medien las interpretaciones o discusiones ideológicas sobre la hegemonía del Estado o del poder económico. Si bien en la historia de las organizaciones sociales en México, se les ha recriminado la desviación de sus propósitos sociales por una gran diversidad de prácticas corruptas y clientelares por parte de sus dirigencias, sería un craso error perder de vista la parte valiosa del también llamado tercer sector, cuando las sociedades civiles han dado la palabra a las poblaciones marginadas y minoritarias, significando para nuestra sociedad una importante expresión que restituye la cohesión social en momento de crisis y genera procesos de cambio como el que actualmente vivimos en México.
     
    De ahí la congruencia de reconocer, en el contexto de la gran reconciliación a la que se nos ha llamado como mexicanos, el esfuerzo y los beneficios alcanzados por todas las partes que forman el todo social del país, a sirios y troyanos como el mismo Presidente López Obrador lo ha dicho, para integrar desde las diferencias el gran proyecto por el bien común de nuestra Nación. Sumar desde la experiencia y el diálogo las posibilidades para acordar en aquello que nos genere bienestar social, sin que se asuman posiciones de revancha política y mucho menos ideológicas que excluyan las coincidencias que se necesitan para transitar como sociedad a procesos civilizatorios más avanzados y vayamos dejando en el pasado nuestras conductas similares a cangrejos en canasta. 
     
    El tema da para más, pero por hoy hasta aquí mi opinión, los espero en este mismo espacio el próximo martes.
     
     

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