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"ALDEA 21"

"Identidad nacional y patria"

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ALDEA 21

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    Dos conceptos que en las últimas tres décadas han perdido interés y significado en el grueso de la población de nuestro País, en el caso de “identidad” su lugar en el imaginario colectivo se ha ido modificando, así como su importancia como aquello que nos define y nos ubica en la diversidad, de quienes somos, frente a otros países y culturas; al parecer este concepto hace tiempo dejó de tener sentido en la memoria y en la emoción de las familias mexicanas.

    En lo que respecta al significado social que cobra el concepto de patria, como expresión de un sentido de identificación, está estrechamente vinculado con la identidad nacional, la cual se entiende según algunos autores como el investigador Béjar Navarro, como la sensibilidad afectivo-emocional que produce el apropiarse del pasado, del presente y del futuro de una nación; el correr su misma suerte histórica y que pudiera describirse como orgullo de ser parte de esas experiencias colectivas de la cultura y de la vida en grupo, sean positivas o negativas y de expresarlas como un conjunto de actitudes de solidaridad y de lealtad a los símbolos de la unidad colectiva del grupo nacional.

    Patria entonces, se entiende como la representación abstracta y simbólica de una nación, en tanto país o territorio donde una persona ha nacido o adoptado por motivo particular, hacia el cual siente un fuerte sentimiento de pertenencia, sintiéndose parte de los miembros que la componen.

    Sin embargo, a partir de la década de los 90 del Siglo 20, estos conceptos empezaron a ser cuestionados como ideas anacrónicas y prejuiciadas ante los nuevos tiempos que exigían a las personas conectar con la tendencia globalizadora y evitar poner atención a nociones consideradas retrógradas, con una mirada orientada al pasado. Así se incursionó este tiempo con un enfoque hacia lo global y las nuevas tecnologías, tendencias que marcaron también el sentido de pertenencia y la necesidad de formar parte de una nueva época, una era que moldeó modos de vida y formas de trabajar, de hacer negocios, de comunicarse en todos los ámbitos de la vida y en todas partes cambiando a una velocidad que dificultó asimilar y procesar adecuadamente las nuevas transformaciones.

    Esta nueva realidad terminó por inutilizar las ideas y sentimientos de identidad nacional y patria, no eran necesarias ya, no para la imparable dinámica de la producción como prioridad y en un escenario de economía mundial. Este nuevo sentido de progreso, inició un proceso de formación de sujetos aptos para la economía del mercado, en el que la identidad histórica y cultural dejaron de ser portadores de sentido para la vida, se perdió conexión con el pasado y la memoria histórica, prescindibles en un entorno enfocado en el progreso, en el futuro, así estos conceptos fueron prescindibles en tanto se cumpliera con los propósitos de la era global.

    Al menos cinco generaciones de jóvenes fueron formados bajo los principios de la competitividad global, sin fronteras ni límites. En las escuelas y universidades privadas, se impulsaron ideas que abrieron camino para construir una identidad nacional en función de la economía y las oportunidades del mercado y la productividad. Como consecuencia, hoy las nuevas generaciones carecen de una identidad cívica, por consecuencia existe una desconexión con sus raíces históricas, culturales y morales.

    Esta nueva realidad propició crisis de identidades, caracterizados, como afirmaría Touraine, en sociedades por un doble proceso. De una parte por la disociación del universo instrumental y el universo simbólico de la economía y la cultura. De otra, por la existencia de un poder difuso que no se orienta a crear un orden social y que acciona sólo en dirección al cambio, al movimiento y la circulación de capitales, de bienes de servicios y de información, generando un vacío político y social. Una especie de des-modernización.

    Es por ello que resulta necesario traer de nuevo a la reflexión y análisis los conceptos de estado-nación, identidad nacional y de patria. Pero no de la manera que las situaciones de amenaza a la seguridad de la nación, de guerras o enfrentamientos bélicos han exacerbado nacionalismos extremos y xenofóbicos, sino aquel que tiene un sentido de pertenencia con la tierra a la cual se siente ligada una persona por motivos jurídicos, culturales, históricos o afectivos, una identidad nacional que surge como una conciencia social que reconoce la igualdad en la diversidad y la pertenencia del individuo y su comunidad con el Estado mexicano, afirmando su autonomía como individuo en la soberanía de su nación, comprensión de su momento histórico y orgullo en función de rasgos específicos de su historia en común, que se fundamenta en las estructuras políticas, económicas y sociales propias de su devenir.

    Con la llegada del gobierno de López Obrador, estos conceptos de identidad nacional y patria, están adquiriendo de nuevo vigencia en el discurso oficial, la historia y el reconocimiento de la cultura nacional, desenterrando el sentimiento de la mexicanidad que había perdido presencia en el llamado periodo neoliberal. Uno de los razonamientos que afirman la validez de impulsar de nuevo estos conceptos, sostiene que sólo una sociedad que tenga conciencia de su pertenencia tendrá los elementos éticos y morales para desarrollar compromisos con su país y compatriotas.

    Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.

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