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"Opinión"

"La agricultura en el Siglo 22"

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    En el futuro no muy lejano, el clima de nuestro planeta será catastrófico, los sembradíos que dan sustento a la humanidad serán devastados por plagas, y la Tierra se convierte en un cenicero parcamente habitable. Los humanos son incapaces de revertir los estragos del calentamiento global, nuestro planeta ha muerto.
    Este es el trama de la película de ciencia ficción Interstellar, pero parece más un documental. Lamentablemente, en la vida real, no contamos con los medios y la tecnología para descubrir otro planeta habitable y evacuar a toda la población de un ecosistema colapsado.
    La ciencia y la ciencia ficción son parientes cercanos. Las obras de ciencia ficción usualmente terminan bajo el escrutinio científico y sirven de indicadores proféticos. A final de cuentas, reflejan la naturaleza del ser humano y su relación con el universo.
    Desde hace más de una década, muchos agricultores empezaron a notar que algo malo estaba sucediendo. Las cosechas eran más pequeñas de lo usual, además de ser mucho menos productivas y consistentes en comparación con producciones previas, a pesar de contar con más tecnología.
    Hoy en día los inviernos son menos fríos y las estaciones del año se distorsionaron. En algunas partes del mundo, las sequías han desplazado comunidades enteras, o las intensas lluvias han drenado los nutrientes de la tierra. Ninguno de estos percances parecieron devastadores en el momento en el que transcurrían. No obstante, ciertos agricultores, como los de trigo y maíz, notaron que algunas de sus cosechas no alcanzaban ni el 50 por ciento de la producción habitual.
    Cuando la gente imagina como será su vida con el calentamiento global, suponen que vivirán en un mundo con inviernos cortos y veranos más largos. Visualizan a las ciudades costeras siendo devoradas por el aumento del nivel del mar. También suponen un clima más extremo, con más tormentas y desastres naturales. Todos estos efectos ya están sucediendo en distintas partes del mundo.
    El calentamiento global y la contaminación también afectan lo que comemos. Con temperaturas más altas y pestes más frecuentes, los sembradíos son menos productivos y menos nutritivos. Todos los factores que influencian la producción, tales como disponibilidad de agua, luz solar, calidad del suelo, cantidad de dióxido de carbono, y tipo de planta que se está cultivando, están siendo afectados por el cambio climático antropogénico.
    La disminución de producción de alimento en un planeta donde su población aumenta rápidamente no es cualquier cosa. Actualmente somos 7.6 mil millones de habitantes en la Tierra. Las Naciones Unidas predicen que seremos 8.6 mil millones para el año 2030 y 9.8 mil millones para el año 2050. Estas son demasiadas bocas que alimentar.
    No podemos detener el calentamiento global, al menos no en nuestra época. El cambio climático tiene demasiado ímpetu, a diferencia de nuestros legisladores que se mantienen estáticos en materia de sustentabilidad y renovabilidad.
    A pesar del lúgubre escenario, podemos disminuir el impulso con el que calentamos y contaminamos nuestro planeta.
    Tenemos que adaptarnos, y tenemos que hacerlo rápidamente. Para no ser víctimas de nuestra negligencia, debemos de ajustarnos a los cambios que le hemos hecho a nuestro ecosistema. No solo con el fin de no quedarnos sin alimento, sino también para empezar a reparar el daño que hemos hecho.
    No hay futuro, si no empezamos a ser responsables y consientes del impacto que tenemos.

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