@rodolfodiazf
Todos tenemos la oportunidad de hacer cosas grandes o conformarnos con realizar pequeñeces o menudencias. Podemos emprender hazañas grandiosas o limitarnos a convertirnos en seres mediocres y anodinos. Poseemos la capacidad de lanzarnos a las estrellas o hundir en el oscuro fango nuestros sueños.
Alejandro tenía 22 años cuando falleció Filipo y logró triunfar sobre el mundo en aquel tiempo conocido con un ejército de más de 40 mil soldados. Fue apodado “Magno”, por sus grandes hazañas y conquistas.
Otro gran hombre fue Mohandas Karamchand Gandhi, popularmente llamado Bapu (papá) y Mahatma (alma grande). Sin embargo, la diferencia entre ambos personajes es enorme. El primero alcanzó la fama por sus grandes conquistas, mientras que el segundo por el camino de la no violencia. Alejandro logró doblegar imperios, mientras que Gandhi se conquistó a sí mismo.
Quien conquista el mundo, pero no se domina a sí mismo, se queda prendado por el olor del incienso, el sabor de la fama, la seducción de la vanidad y el corrosivo afán de poder. Es fácil que el conquistador permanezca encerrado en la cárcel de sus posesiones. Posee, pero no se posee; tiene, pero no se mantiene; atesora, pero no lo valora.
El poeta indio, Rabindranath Tagore, expresó con precisión esta paradoja: “Al hacer uso de las posesiones materiales, el hombre debe tener cuidado de protegerse frente a la tiranía de ellas. Si su debilidad lo empequeñece hasta poder ajustarse al tamaño de su disfraz exterior, comienza un proceso de suicidio gradual por encogimiento del alma”.
En efecto, el ser humano que persigue solamente satisfacciones materiales es un cascarón vacío que busca afanosamente cómo llenar su oquedad. Es un alma empequeñecida que nunca alcanza su propia talla y estatura.
¿Me conquisto a mí mismo? ¿Engrandezco mi alma?
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