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"OPINIÓN"

"La contagiosa (y religiosa) patanería"

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15/10/2019

    Roberto Blancarte

    roberto.blancarte@milenio.com

     

    La patanería y el cinismo se contagian. El ejemplo del Presidente de la República se extiende, porque parece funcionar; permite denostar al enemigo, incluso en circunstancias trágicas, y estar en las noticias. Aunque hay que decir que, en esto sus émulos lo han superado.

    Más de un Diputado, un Presidente o un Gobernador salen cotidianamente con una ocurrencia absurda, un comentario cínico y agresivo o, de plano, una expresión vulgar. Y lo justifican con el pueblo, el cual, aparentemente, ya no es tan bueno, sino pendenciero, vengativo, irreflexivo, rencoroso, pero eso sí, también muy creyente. Además, aprobaría y respaldaría ese comportamiento de sus líderes políticos.

    Lejos estamos de lo que se llamaba antes “la corrección política”. Lo que ahora está de moda es burlarse del vencido, incluso -insisto- si está muerto. Y justificarlo con el apoyo popular o, mejor aún, con la voluntad divina.

    Lo que sucedió es porque Dios así lo quiso; los castigó por su comportamiento.

    Es no sólo la demostración de la mayor bajeza humana, sino la manifestación de la teología más vil y pedestre. Si uno entendiera así las acciones de Dios, habría muchas cosas por explicar. Por ejemplo, por qué Augusto Pinochet, Francisco Franco y Marcial Maciel murieron tranquilamente en sus camas, rodeados de sus seguidores y seres queridos e incluso bendecidos por la Iglesia.

    Tendría uno que explicar por qué tantos corruptos que se enriquecieron en nuestro País, a costa de nuestros impuestos y del dinero del pueblo, nunca fueron castigados. En suma, tendría uno que explicar la existencia del mal, que suele regodearse con la impunidad, en nuestras tierras.

    Si Dios castigara a los políticos corruptos con la muerte temprana, no habría suficientes cementerios en el País para recibir sus restos.

    Si uno pensara que Dios castiga a los que hicieron fraude o se burlan de la democracia, tendríamos que haber visto un terremoto o mínimo una tormenta tropical en Baja California este fin de semana.

    Pero como no pasó nada, con esa lógica quizás tendríamos que pensar que Dios está de acuerdo con esa chicanada política. Si Dios castigara indefectiblemente al mal aquí en el mundo, tendríamos que asumir que los 43 estudiantes de Ayotzinapa o los cientos de miles de desaparecidos, las migrantes violadas, se merecían su terrible destino.

    También tendríamos que creer que la gente pobre y desamparada está así porque Dios así lo quiso. Y que la gente que murió calcinada por culpa del huachicol se lo merecía.
    Quizás el Gobernador de Puebla, Miguel Barbosa cree todo eso. Me cuesta trabajo pensar que realmente es así. Prefiero creer que son de esas malas mañas aprendidas en el actual ambiente político (no en el extranjero), generado por el propio Presidente.

    Pero si resulta que verdaderamente lo cree, también tendría que suponer que entonces Dios lo ha castigado y lo va a castigar por su maldad, por atribuirle a Él las muertes, por su ambición política inescrupulosa, por no haber tenido compasión, por regodearse con el fallecimiento de sus adversarios, por su soberbia al negarse a emitir una disculpa y por su incomparable mezquindad.

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