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"Opinión"

"La muerte del Maquío Clouthier"

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    Manuel Clouthier Carrillo, al finalizar aquella tarde-noche de la presentación de mi libro La Liberalización Política Mexicana, me confió su percepción de que la muerte de su padre había sido un asesinato político, un crimen orquestado desde el poder y una amenaza para los adversarios políticos, aunque habíamos visto caer a dos destacados de la casa priista: Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu.

    Hoy, al leer las excelentes entrevistas que Ariel Noriega realizó a los Clouthier políticos, veo que Rebeca Clouthier recupera aquel momento trágico, trae el sentimiento que albergaba y quizá alberga la mayoría de la familia del Maquío. Ella recuerda emocionada que estaba en Monterrey cuando se entera de la muerte de su padre e inmediatamente viaja con Tatiana a Culiacán.

    Al llegar ambas a la casa de sus padres, nos dice, la madre las abraza y les pide prudencia en el manejo de la situación.

    Acataron la recomendación sólo por un momento: “Llega (Fernando) Gutiérrez Barrios -el Secretario de Gobernación que traía la representación del Presidente Salinas de Gortari- y toda la gente que se quiere colgar del muerto, todos los hipócritas... mi mamá lo recibe prudentemente, pero nosotros lo corrimos... Decíamos: ¿Cómo es posible que estén aquí los autores de su asesinato?, con qué descaro”.

    “Salinas no estaba, casualmente andaba de viaje en el extranjero y mandó a Gutiérrez Barrios y nosotros dijimos: “pues no”... Salinas nunca te va a reconocer que fue el autor intelectual, pero mira, mataron hasta a su cuñado, a su candidato, son capaces de matar hasta su madre por el poder y yo creo que no nomás los priistas, cualquiera”.

    Han pasado treinta años desde aquella tarde en que Maquío y el Diputado local Javier Calvo, que por cierto, a él nadie lo menciona, ni a sus deudos, no llegaron al acto de cierre de campaña de Humberto Rice que se celebraba en el estadio de beisbol de Mazatlán.

    A mí me tocó estar, era un acto festivo de un panismo en ascenso y había expectativa por la llegada que nunca fue del Maquío, que conocía el timbre humano de la emoción política. Sabía llegar a la gente. Al confirmarse el accidente mortal, Rice desencajado tomó el micrófono e informó a la muchedumbre e inmediatamente se hizo pesado el ambiente y apareció el sentimiento de impotencia que al Maquío le “habían” provocado el accidente que le costó la vida.

    Hay, suficientes razones para pensar que en un país y un sistema político donde el crimen ha sido una constante desde la época posrevolucionaria, volvía a hacer de las suyas, el sentimiento autoritario estaba ahí, intacto, dispuesto a todo con tal de no perder un gramo de poder.

    El Maquío era una figura política desde 1986, cuando fue candidato a gobernador por el PAN en Sinaloa y esta imagen creció en la fraudulenta elección presidencial de 1988. La defensa que hizo al lado de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra de Piedra, aun a pesar de que los números no le favorecían daba cuenta de su vertical defensa de la incipiente democracia electoral.

    Más, cuando Cuauhtémoc y Rosario arrearon las banderas contra el fraude electoral, él se instaló en una huelga de hambre en el monumento del Ángel de la Independencia, para exigir una reforma electoral de fondo que diera mayor certeza a las justas electorales.

    Aquel diciembre gélido de 1988 no se levantó de ahí hasta conseguir el compromiso de Salinas de Gortari de enviar una iniciativa de reforma electoral para su discusión y aprobación por el Congreso de la Unión.

    Esta presión evidentemente no gustó a Salinas de Gortari y tampoco a un segmento de los barones del PAN, a los que no les gustaba el estilo contestatario del “bárbaro del norte” que era candidato natural del PAN para repetir en 1994.

    Recordemos que con el paso del tiempo Porfirio Muñoz Ledo, por molestia personal o revanchismo político o simplemente congruencia, hizo una declaración insólita, desleal dirían algunos, señaló que Cárdenas después de las elecciones de 1988 donde le habían robado con la caída del sistema electoral, se había reunido en secreto con Salinas de Gortari para conversar sobre la elección presidencial.

    Nunca se supo de qué hablaron ambos, pero evidentemente Salinas buscaba legitimidad para su gobierno cuestionado, de ahí que se haya decidido “ganar la legitimidad desde el gobierno”. Cárdenas mantuvo silencio o fue muy parco cuando se le preguntó sobre las razones y lo obtenido en esas charlas con el Presidente Salinas.

    Esto le daba al Maquío una gran oportunidad para crecer rumbo a 1994 y quizá, la historia hubiera sido diferente a la candidatura panista del Diego Fernández de Cevallos, quien habiendo ganado los debates presidenciales a Ernesto Zedillo y a Cuauhtémoc Cárdenas se dirigía seguro a la Presidencia.

    Sin embargo, algo ocurrió, Diego no se decidió a ganar la elección quizá por los vínculos que hasta el día de hoy tiene con Carlos Salinas y sus amigos o, como trascendió en aquellos años aciagos que un triunfo de la oposición cualquiera que fuera, “descompondría al país” por las resistencias al cambio político.

    Entonces, el accidente de carretera donde perdieron la vida Manuel Clouthier y Javier Calvo tiene hipotéticamente una racionalidad política. Clouthier se había convertido en un problema para los hombres y mujeres de la cúpula del sistema, quienes llevarían a Ernesto Zedillo a la Presidencia de la República.

    Luego del asesinato de Luis Donaldo Colosio, recordemos, este sorprendentemente marcó una “sana distancia” con el PRI, que para muchos explica la derrota del 2000 frente al PAN y más cuando metió a la cárcel a Raúl Salinas de Gortari. A quien, le encontraron vínculos con el capo tamaulipeco Juan García Ábrego y se le vinculó con la muerte de su cuñado José Francisco Ruiz Massieu, la mañana del 28 de septiembre de 1994, y una bala atorada en el cilindro del revólver le salvó la vida a nuestro amigo Heriberto Galindo.

    Quizá, por eso, Rebeca Clouthier cuando hoy afirma sin tapujo alguno que si: “mataron hasta a su cuñado, a su candidato, son capaces de matar hasta su madre por el poder”, sea la expresión más contundente de cómo sigue la muerte del Maquío en el imaginario de la familia Clouthier y, también, de millones de mexicanos, la certeza de que en la política mexicana se asesina a los adversarios políticos y es uno de los enemigos más consistentes de nuestra democracia que bien dice Manuel hijo, sigue en una eterna transición.

    Reclama, pues, reabrir una investigación de fondo, por salud de la nación y la tranquilidad de la familia Clouthier.

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