rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf
Giovanni Papini fue uno de los grandes escritores italianos del Siglo 20. Nació en Florencia en 1881 y falleció en la misma ciudad en 1956. Publicó muchas obras, entre las que destacan Gog, Historia de Cristo, El libro negro, El diablo, entre otras. Su libro “Lo trágico cotidiano” está formado por varios cuentos, del que seleccionamos el que encabeza el tema de la columna de hoy: La plegaria del buzo.
Papini narró que cuando un muchacho cumplió 18 años, su padre le dijo: “El Señor, Dios, quiere que todo hombre haga, en la tierra, un trabajo. Él no quiere a los que miran, sentados al borde de los campos, la obra de los sembradores y de los labradores. Es preciso, pues, que elijas sin demora un arte que dé a tu vida un sentido y una finalidad”.
El hijo contestó: “Mi elección está hecha: seré buzo”. El padre dijo: “Hágase tu voluntad”. Desde aquel día el hijo vivió en la profundidad de los mares. Recorrió todos los océanos hasta que decidió volver a la tierra. Al llegar a la ciudad en que nació se sintió extraño:
“Ya no reconocía ni amaba todo aquello que me había visto niño. Acostumbrado a las grandes soledades submarinas, iluminadas por reflejos milagrosos y por luces intensas que parecen venir de las profundidades, no podía habituarme a la angosta colmena fangosa que se llama ciudad”.
Sentía caer en un pozo lleno de cadáveres ambulantes y hediondos. La vida anterior le parecía estéril y absurda: “vacía, pavorosa, torpe, soez, pútrida, como la de un cubil subterráneo habitado por bestias ciegas, débiles e inmundas”.
Después de madurar en la soledad y silencio, el mundo le parecía insignificante y estúpido.
¿Buceo en la profundidad de mi vida? ¿Le encuentro finalidad y sentido?
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Giovanni Papini fue uno de los grandes escritores italianos del Siglo 20. Nació en Florencia en 1881 y falleció en la misma ciudad en 1956. Publicó muchas obras, entre las que destacan Gog, Historia de Cristo, El libro negro, El diablo, entre otras. Su libro “Lo trágico cotidiano” está formado por varios cuentos, del que seleccionamos el que encabeza el tema de la columna de hoy: La plegaria del buzo.
Papini narró que cuando un muchacho cumplió 18 años, su padre le dijo: “El Señor, Dios, quiere que todo hombre haga, en la tierra, un trabajo. Él no quiere a los que miran, sentados al borde de los campos, la obra de los sembradores y de los labradores. Es preciso, pues, que elijas sin demora un arte que dé a tu vida un sentido y una finalidad”.
El hijo contestó: “Mi elección está hecha: seré buzo”. El padre dijo: “Hágase tu voluntad”. Desde aquel día el hijo vivió en la profundidad de los mares. Recorrió todos los océanos hasta que decidió volver a la tierra. Al llegar a la ciudad en que nació se sintió extraño:
“Ya no reconocía ni amaba todo aquello que me había visto niño. Acostumbrado a las grandes soledades submarinas, iluminadas por reflejos milagrosos y por luces intensas que parecen venir de las profundidades, no podía habituarme a la angosta colmena fangosa que se llama ciudad”.
Sentía caer en un pozo lleno de cadáveres ambulantes y hediondos. La vida anterior le parecía estéril y absurda: “vacía, pavorosa, torpe, soez, pútrida, como la de un cubil subterráneo habitado por bestias ciegas, débiles e inmundas”.
Después de madurar en la soledad y silencio, el mundo le parecía insignificante y estúpido.
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