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@rodolfodiazf
Reírse de los demás es algo normal y común, pero reírse de sí mismo no es tan frecuente. Sin embargo, es una señal de salud psicológica porque no tiene miedo de ser uno mismo, sin temor al ridículo, a guardar las apariencias o la gravedad personal.
Quien es incapaz de reírse de sí mismo revela gran inseguridad o, al menos, un agudo complejo, pues no quiere que los demás observen que no posee completamente el control de sus capacidades, competencias, emociones y sentimientos.
Es natural que se hable mucho de la seriedad del pecado, pero casi nunca de que es un pecado la seriedad. Un santo triste, dice un refrán, es un triste santo. Asimismo, Chesterton señaló: “La vida es una cosa demasiado seria para tomársela seriamente”.
Y no sólo hay que buscar reírse de sí mismo, sino también incentivar, valorar y amar la risa de los demás, como escribió Pablo Neruda en el poema Tu risa, dedicado a Matilde Urrutia, en Capri: “Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu risa… Mi lucha es dura y vuelvo con los ojos cansados a veces de haber visto la tierra que no cambia, pero al entrar tu risa sube al cielo buscándome y abre para mí todas las puertas de la vida.
“Junto al mar en otoño, tu risa debe alzar su cascada de espuma, y en primavera, amor, quiero tu risa como la flor que yo esperaba, la flor azul, la rosa de mi patria sonora. Ríete de la noche, del día, de la luna, ríete de las calles torcidas de la isla, ríete de este torpe muchacho que te quiere… niégame el pan, el aire, la luz, la primavera, pero tu risa nunca porque me moriría”.
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