Editorial
Anunció el Presidente Andrés Manuel López Obrador el fin del sistema económico neoliberal en México, y después del aplauso todo siguió igual.
No es la primera vez que López Obrador anuncia la solución de nuestros problemas a través de un pronunciamiento público, una intención que automáticamente debería de resolver el problema mencionado.
De la misma manera anunció el fin de la corrupción, el fin de la violencia y el de la inseguridad, sin embargo, todo sigue igual.
La esperanza provocada por el discurso de campaña sigue intacta, el apoyo de sus seguidores todavía raya en el fanatismo, pero los periodistas siguen siendo asesinados, los cuerpos siguen apareciendo en fosas clandestinas y la economía de nuestro País continúa enriqueciendo a unos pocos y empobreciendo a la mayoría.
Mientras tanto, México entero se prepara para recibir el ‘“maná” que lloverá en los bolsillos de los estudiantes de preparatoria, en las madres solteras, en los adultos mayores.
Y convenientemente ese “maná” lloverá a través de comités ciudadanos, de los siervos de la nación, de los delegados del Gobierno federal, cualquier parecido con las estructuras priistas del pasado, con el corporativismo, es mera coincidencia.
Los morenistas destruyen de manera acelerada el viejo sistema del PRI y sobre sus ruinas construyen un nuevo sistema que trabajará para mantenerlos en el poder.
El Presidente tiene un discurso, pero sus colaboradores manejan su propia agenda, los problemas no saben de decretos, ni la felicidad de un País se consigue deseándola.
Hará falta un trabajo descomunal para resolver nuestros problemas y una cantidad ingente de recursos para cambiar nuestro sistema económico y apaciguar la violencia.
Es hora de más trabajo y menos decretos.
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