"La voz del silencio"

En este mundo ahogado por el ruido y el estruendo es cada vez más necesario el cultivo del silencio. No se puede entrar en la alcoba del espíritu sin descalzarse para no hollar tan sagrado recinto. La reflexión e intimidad exigen sosiego y respeto a la sobriedad del aposento.

 

Diciembre es festivo y estruendoso. Es tiempo de convivencia e intercambio. Es época de alegría y regocijo, pero también momento de meditación e introyección. Para encontrarse es preciso no perderse. El agua serena permite observar el fondo, a la vez que refleja con transparencia. La voz del silencio resuena con indescriptible sonoridad en los pasillos del alma.

 

La palabra efectiva y eficaz se gesta en el taller del silencio. La pausa vibrante permite la articulación y expresividad del discurso. La dialéctica requiere de la tesis de la palabra y de la antítesis del silencio para lograr la síntesis de la auténtica comunicación.

 

En El arte de callar (obra homónima de la escrita en 1771 por el Abate Dinouart), José Antonio Hernández Guerrero escribió: “No podemos olvidar que las semillas de las palabras fructifican cuando, tras hacer en la fértil tierra del silencio, reciben la lluvia mansa de la reflexión serena. Por eso, para saborear los colores, los sonidos y los brillos, necesitamos el silencio y la soledad. Pero también hemos de callar con el fin de lograr descifrar el significado de los diferentes significados de los silencios”.

 

El amor a la palabra, añadió, implica fascinación por el silencio. “Desde el principio, el escritor sabe, oscuramente, que la palabra germina en el silencio, que éste no es un desierto árido, sino una tierra fecunda de donde él extrae la savia que hace florecer las sensaciones, los sentimientos y las ideas”.

 

¿Cultivo la impetuosa voz del silencio?

 

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@rodolfodiazf