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"Opinión"

"Las solas ideas no bastan, hay que saber"

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14/12/2018

    Rafael Morgan Ríos

    Una de las ideas del equipo del entonces Presidente electo Enrique Peña Nieto era que, para combatir la corrupción en México se necesitaba crear un sistema anticorrupción con leyes y organismos ad hoc, para lo cual se planteó como necesario eliminar uno de los pilares de la fiscalización, es decir, la Secretaría de la Función Pública; con información incompleta y en algunos casos falsa, se inició el desmantelamiento de la Secretaría y, a pesar de que en el proceso de entrega recepción se le informó al representante del nuevo equipo, el licenciado Virgilio Andrade, (de triste memoria), que la Secretaría también tenía a su cargo muchas otras labores como la vigilancia de la normatividad administrativa, el control interno, la simplificación administrativa y de trámites, la coordinación con los órganos estatales afines, los sistemas de compranet y declaranet, los testigos sociales, etc; por algún motivo el grupo de personas que estaban recibiendo la documentación y los asuntos en trámite, simplemente no los consideraron y suspendieron o eliminaron los trabajos y atribuciones de la dependencia, con lo cual el sistema de fiscalización y control de la administración pública federal se derrumbó y aunque llegaron a crear una “ley anticorrupción” que finalmente nada solucionaba y era insuficiente, por lo menos se provocó la creación del Sistema Nacional Anticorrupción y de Fiscalización, que dejó funcionando a la misma Secretaría de la Función Pública, pero para entonces, se perdieron dos años y los sistemas de control se debilitaron y el nuevo Sistema todavía no funciona.
     
    Lo mismo puede estar pasando ahora con este nuevo régimen que se inicia, pues con un afán no sólo reformista, sino de “acabar con lo que está” y comenzar “cosas nuevas”, el país está siendo presa de la confusión, la incertidumbre y la sensación de que todo lo hecho está mal hecho y se tiene que volver a empezar y de nuevo aplicar el dicho de “echando a perder se aprende”, aunque cueste lo que cueste. Así,
    1. Se decide construir una nueva refinería con un costo aproximado de 150 mil millones de pesos para terminarla supuestamente en tres años, pero no se tienen planes ni proyectos, lo que toma cuando menos un año, las instalaciones y construcciones se llevarían otros cuatro años y la puesta en marcha cuando menos uno o dos años. Todo ello en momentos en que es más barato comprar gasolinas en el extranjero. Por otro lado, se habla también de reconfigurar las seis refinadoras que se tienen y que sólo producen al 35 por ciento de su capacidad, pues el mantenimiento y una reconfiguración para que reciban el llamado “aceite pesado” que se produce principalmente en el país, tomaría cuando menos tres años; y todavía faltaría solucionar el problema financiero de estas ideas, controlar la corrupción interna y sindical y atacar el problema del “huachicoleo”.
     
    2. Uno de los factores que tiene años funcionando bien y en constante crecimiento, es el del turismo, pero por informaciones no verificadas de corrupción e ineficiencia, se decide terminar con el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM) y desviar al proyecto del Tren Maya los fondos del Derecho de Uso del Aeropuerto, alrededor de 8 mil millones de pesos anuales. Las consecuencias se empiezan a ver, en estos últimos tres meses ha disminuido el flujo de turistas extranjeros. Tal vez este Consejo requeriría modificaciones y más vigilancia, cosa muy diferente a eliminarlo pasándole todas sus funciones al Servicio Exterior Mexicano, o sea a las embajadas y consulados, que no tienen suficiente personal ni suficiente presupuesto para la promoción turística.
     
    3. La falta de coordinación y de conocimiento entre los distintos integrantes del nuevo grupo en el poder, se puso de manifiesto en las iniciativas que presentan en las Cámaras, pues el pretender eliminar las comisiones bancarias, sin tener pleno conocimiento de los números y consecuencias en la bolsa, desplomaron el valor de las acciones bancarias; e igualmente con la otra iniciativa de estatizar las afores, hicieron que perdieran rendimientos ya ganados y además, hubo pérdidas en las inversiones de renta variable.
     
    A todo lo anterior agregue usted la desconfianza suscitada con todo el problema del aeropuerto, la caída de las acciones de algunas constructoras, el desplome del valor de los bonos verdes para financiar el aeropuerto y la caída de las acciones de las compañías mineras y se podrá dar cuenta que no sólo hay que querer, sino también saber y cuándo poder hacer las cosas.
     

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