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"Opinión"

"Las trampas del poder"

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13/03/2019

    Carlos Elizondo Mayer-Serra

    @carloselizondom

     

     

    No vamos a iniciar el gobierno con reformas legales. No hace falta. Con el actual marco jurídico vamos a desarrollar al país y a lograr que haya bienestar, que haya paz, que haya tranquilidad”.

    Son las palabras de AMLO durante la 81 Convención Bancaria en marzo de 2018. Creía que no iba a tener todo el poder. Al final, lo tuvo. Mucho más del que le dio el elector. Con el 45 por ciento de los votos ciudadanos por sus candidatos en la Cámara de Diputados, hoy tiene la mayoría absoluta en ella y no está lejos de tenerla en el Senado.

     

    Así como un empresario ambicioso siempre desea más dinero, la naturaleza de un político es acumular el mayor poder posible. AMLO está aprovechando cada resquicio para hacerse de algo más y quiere cambiar cuantas leyes pueda para incrementar su poder. Esto le ha quitado foco. En lugar de administrar como prometió, anda reformando.

     

    AMLO va rumbo a caer en la trampa del poder excesivo. Enrique Krauze hace unas semanas dijo sobre el gobierno de AMLO: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, AMLO se defendió: “es como un lugar común la frase”.  

    Es un lugar común porque es muy común que suceda. AMLO nos ha dicho que “El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, pero que a él no le va a pasar. “Para no volvernos locos, para no levitar, para mantener los pies sobre la tierra, (hay que) entender que el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”. 

     

    No importan los buenos deseos. El tiempo dirá si resiste el poder y la adulación que lo rodea.

     

    Lo que ya está resintiendo tanta concentración de poder es la economía. La inversión privada está contraída. AMLO ha generado incertidumbre. Incluso cuando AMLO frena reformas legislativas como la de sancionar a las empresas calificadoras, para todos resulta evidente que la legislación depende de lo que AMLO quiera.

     

    Todo el poder en manos de una persona es colocar todo el riesgo bajo sus decisiones y caprichos. Los proyectos económicos importantes requieren de plazos largos para su maduración. Entre más incertidumbre, menor inversión.

     

    La evidencia anecdótica es la de algunos individuos acaudalados moviendo una parte de sus ahorros afuera y posponiendo ciertas compras o inversiones en nuestro país. No se ha notado en el tipo de cambio por el ingreso de inversión de portafolio, proclive a aprovechar en el corto plazo las altas tasas de interés vigentes en México.

    Hay sólo unos cuantos países donde una gran concentración de poder en una persona ha coincidido con altos niveles de crecimiento, como sucedió en China, pero ahí se venía de un poder político mucho más asfixiante. La apertura económica liberó la capacidad empresarial del país, entumecida por décadas de comunismo. Hoy, una parte importante de la élite china busca tener un pie, y una parte de su dinero, afuera, por miedo al poder de su líder.

     

    Un poder político centralizado puede ser muy positivo para el crecimiento económico sólo cuando queda en manos de un gobernante con el conocimiento de las necesidades de una economía de mercado, como lo son una infraestructura de primer nivel y un sólido Estado de derecho en materia comercial y contractual. Éste es el caso de Singapur, que tiene una política social progresiva, pero con reglas muy claras.

     

    AMLO decide qué leyes tendremos y presume haber presionado a la Suprema Corte para que les fuera negado un amparo por devolución de impuestos a unos ex accionistas de Grupo Modelo. Es una confesión de que el sistema jurídico está a su servicio.

    Si AMLO hubiera llegado al poder con pesos y contrapesos, probablemente no habría cancelado el aeropuerto de Texcoco, el inversionista no estaría preocupado por la ocurrencia de algún legislador de Morena, AMLO no presumiría su capacidad de presionar a la Suprema Corte y la inversión física estaría creciendo y, por tanto, también la economía.

     

    Es poco común que un gobernante decida amarrarse las manos para dar certidumbre económica. AMLO lo ha hecho sólo en dos temas: aceptando el TLCAN y respetando la autonomía del Banco de México. No es suficiente.

     

    Si mandara una señal clara de cuál será su agenda legislativa, por más redistributiva que fuera, de que no presionará a legisladores de otro partido para ampliar su coalición, y de que respetará las decisiones y la autonomía del Poder Judicial, las perspectivas económicas del país serían mejores y en el mediano plazo su presidencia sería más sólida. Un político que no es eficaz en materia de crecimiento económico pierde aprobación y al final de cuentas, poder. 

     

    AMLO, sin embargo, cree que la economía va por buen rumbo y está rápidamente buscando reformas constitucionales que incrementan su poder, como la revocación de mandato. Si la oposición en el Senado no resiste y AMLO se sale con la suya en esta reforma, podrá celebrar un triunfo más. Para los inversionistas, la percepción de riesgo se incrementará.

     

    El autor es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey

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