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"Aldea 21"

"Los desafíos de la cuarta transformación"

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ALDEA 21

    Durante los últimos tres sexenios, con gobierno del PAN y del PRI, el país sufrió cambios inesperados e inimaginables. El crecimiento de la corrupción en las instituciones públicas y el imparable despliegue del narcotráfico postraron al país y a la población en una situación de desamparo y criminalización al grado de descomponer el Estado mexicano a niveles nunca antes vistos desde la revolución del Siglo 20.
    El Siglo 21 ha significado para México la experiencia más decepcionante y los años de mayores pérdidas en términos de su economía, seguridad y desarrollo social. El saldo de la mal llamada transición a la democracia y el regreso del PRI a la Presidencia de la República, acabaron por asestar golpes a las instituciones públicas que hoy en día han quedado heridas de muerte. El saldo es el crecimiento de la pobreza, deterioro notable de las instituciones dedicadas a la seguridad pública y el desarrollo social, así como el incremento de prácticas corruptas instituidas como sistema en casi todos los procesos de la administración pública. La corrupción aumentó como moneda de cambio, como estilo de vida de una sociedad que perdió el rumbo en medio de la violencia criminal y la deshonestidad de sus gobiernos sin diferenciar el color de los partidos.
    En el sexenio de Enrique Peña Nieto se definen, con el llamado Pacto por México y las reformas estructurales, las complicidades de una clase política que termina por vender el uso de los recursos naturales para beneficio de una clase reducida de empresarios, mismos que han logrado amasar de manera desproporcionada grandes fortunas en los últimos 30 años. Tres décadas en las que se escribió la historia más absurda y cínica de las desigualdades y que terminó por abrir una extensa brecha entre pobres y ricos. Tan sólo el 1 por ciento de la población acumula riqueza similar a la del 95 por ciento de los mexicanos. Dos terceras partes de los bienes y propiedades del país, entre los que destacan tierras, empresas, explotaciones de minerías o activos financieros, se concentran en las manos del 10 por ciento de los habitantes y en contraste el 54 por ciento de la población es pobre y uno de cada cinco mexicanos padece de hambre.
    La experiencia de las últimas tres décadas, nos dieron la más cruel y triste lección de cómo los habitantes de un país puede ser engañados y manipulados en nombre de la democracia, la libertad y la promesa de modernidad.
    El reto del nuevo gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador se visualiza a gran escala frente a una nación profundamente dañada en todos los sentidos. Sin embargo, una avasalladora mayoría electoral volcó su desengaño de manera contundente y sin más tregua que la del rechazo sistemático, colocó al partido de Morena como la fuerza política más importante en el Congreso de la Unión, gubernaturas, presidencias municipales y congresos locales. Las muestras de apoyo hacia la figura de López Obrador fueron claras y terminantes. En una expresión casi a ciegas, se votó por la mayoría de los candidatos de su partido.
    Ahora el escenario es muy distinto y quienes asumen en esta ocasión el mando de las decisiones, no necesariamente son personas con las capacidades y la experiencia que requiere la realidad social, política y económica del país, principalmente en sus gobiernos locales en los que prácticamente Morena arrasó, como en el caso de Sinaloa. El principal inconveniente de quienes votaron por esta opción política, se vive en quienes hoy gobiernan sin el perfil y la preparación requerida y necesaria para cumplir la promesa de la anunciada cuarta transformación.
    No es la misma exigir al gobierno que gobernar. En muchos casos, tanto legisladores como alcaldes y gobernadores, no han logrado disipar su pensamiento de ser oposición y actúan como si no recayera en ellos la enorme responsabilidad de gobernar de manera distinta al régimen político que muy claramente fue rechazado en las urnas el pasado 1 de julio. El más grave problema reside en que no saben cómo actuar, no tienen una idea clara y mucho menos preconcebida de cómo enfrentar los retos de la sociedad actual, no tenían previsto asumir tal responsabilidad por lo que no estaban preparados para ello. Aquí el desafío más grande, casi imposible para los gobiernos de Morena, al grado de imaginar o pronosticar el fracaso como resultado del inevitable suceso del ensayo error en la administración pública, sobre todo en los municipios.
    El costo social será irreversible. Si bien una de las promesas que Andrés Manuel reiteró durante su campaña fue la de combatir la corrupción, en esta nueva situación se presenta un elemento igualmente perjudicial para el cometido de la administración pública, la ineficacia como fenómeno del servicio público, fruto de la nula experiencia de los recién conformados gabinetes y nuevos legisladores. La falta de capacidad y conocimientos sobre los procesos administrativos, genera pérdidas muy semejantes a los de la corrupción, porque aletarga, frustra y desvía los propósitos sociales y económicos para los que fueron creadas las instituciones públicas, ahora en manos de militantes y simpatizantes del nuevo partido en el poder, además de las cuotas y cuates que evidentemente no desaparecieron como práctica del viejo régimen. Aquí los desafíos de la cuarta transformación: el desempeño de los gobiernos municipales y congresos locales.
     

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