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"Opinión"

"Los desaparecidos de Sinaloa: tantos como los muertos"

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    Como si nuestra crónica situación violenta no alcanzara, en Sinaloa sumamos ahora otra desgracia colectiva que parece invisible: los desaparecidos prácticamente igualan a los asesinados.
    Según la Fiscalía del Estado, los números son vergonzosos: para el 30 de junio de 2018 el registro era de 595 asesinatos y de 542 casos de desapariciones. Por primera vez, ambos delitos se equiparan en Sinaloa, afirma Marcos Vizcarra, reportero de Noroeste que se ha dedicado a dar puntual seguimiento a este problema.
    Pero si la indolencia de las autoridades es enorme con los homicidios, lo que se traduce en una impunidad generalizada; también podemos afirmar que es peor con los desaparecidos. La razón se explica en un fenómeno social que las autoridades usan a su conveniencia: como los desaparecidos “no se ven”, duelen menos en medios y prácticamente no existen.
    Esa indolencia se traduce en el dolor permanente de las familias de los desaparecidos, sobre todo de las madres de los mismos, quienes cada vez más se organizan en grupos de “rastreadoras” para buscar por su propia mano y con sus propios recursos a sus hijas e hijos ausentes.
    El problema es de tal magnitud que prácticamente a diario encuentran fosas con restos de personas desaparecidas. En muchos de esos casos, los hallazgos se integran solo de huesos y tejidos que turnan a las autoridades para realizar exámenes de ADN que les permitan identificar a las víctimas.
    Los desaparecidos duelen menos en los medios pero tienen un profundo impacto negativo en el tejido social. Son la herida abierta que no cierra debido a la esperanza que guardan sus familiares y seres queridos de encontrarlos con vida. Sin importar el tiempo que lleven ausentes.
    Los desaparecidos hacen menos escándalo en redes sociales pero sumen en la zozobra y la incertidumbre a sus padres, hermanos y amigos, toda vez que la pregunta de ¿qué pasó con ellos? se mantiene casi siempre sin respuesta.
    Por eso es muy importante que hagamos dos cosas cuanto antes: primero, que no dejemos de visibilizar esta nueva modalidad violenta del crimen organizado para saldar cuentas, al tiempo que exigimos al Gobernador Quirino Ordaz y al Fiscal Ríos Estavillo que reduzcan la impunidad de este delito y mejoren sus protocolos de alerta y búsqueda de personas desaparecidas.
    Y segundo, que acompañemos con difusión, recursos, capacitación y empatía a los grupos de madres que buscan a diario a sus hijos e hijas en los rincones y las veredas de este estado. Esa madres, como las Rastreadoras del Fuerte o Sabuesos Guerreras, que escarban con picos y palas, y a veces con sus propias manos, con la esperanza de encontrar un poco de paz.
    Esa paz que se nos escapa todos los días pero que tanto aspiramos a construir en un estado que lleva más de 50 años sumido en la violencia y la impunidad. Hagamos algo antes que desaparecer sea tan común en Sinaloa como ser asesinado. No podemos aceptarlo.
     

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