Editorial
Emilio Lozoya ha sido el último de los detenidos durante la persecución de ex funcionarios corruptos que desató la llegada al poder del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Escondido en departamentos y yates de lujo, Lozoya era un prófugo de primera clase, protegido por los millones de dólares que le regaló Odebrecht, la petrolera brasileña que entregaba sobornos a través de sus cuentas en paraísos fiscales. Una lluvia de dólares que ha engordado cárceles en toda América Latina.
El ex director de Pemex se une a los ilustres detenidos, el abogado Juan Collado; la ex titular de la Sedesol, Rosario Robles; al empresario Alonso Ancira, director de Altos Hornos de México.
Se une también a una larga lista de ex funcionarios que son investigados por diferentes casos donde la corrupción brota como un mal olor.
Lozoya se escondía de la persecusión desatada por Santiago Nieto, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, una víctima de sus tiempos de poder, convertido ahora en el fiscal de hierro.
Con la detención de Lozoya el círculo sobre el ex Presidente Enrique Peña Nieto se cierra.
Desde que comenzó la investigación en contra del ex funcionario de Pemex se supo que de ahí salió gran parte del dinero para la campaña del ex Presidente.
La pregunta es ¿hasta dónde llegará la investigación en contra de la corrupción en México?
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