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"Opinión"

"Los traumas de Ferreiro y la suerte del Botánico"

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    El Jardín Botánico de Culiacán se inauguró en 1986, desde entonces pretendía ser un espacio para la conservación y exposición botánica de especies regionales, nacionales y de latitudes tan lejanas como Asia y Oceanía. Diez hectáreas de un bosque sembrado a pulmón, hecho en la idea de dar a Sinaloa una mezcla de vegetación y arte moderno. El gran constructor del sueño fue el ingeniero Carlos Murillo Depraect, hombre que dejó a Culiacán y Sinaloa un legado de incalculable valor natural y estético.
    Más de 1,600 variedades de plantas, colecciones de especies nativas y endémicas, además de una colección de bonsáis, palmas, cactáceas y helechos, así como un centro de investigación dedicado a la conservación de diversas especies en peligro es lo que alberga nuestro Botánico, considerado por expertos mundiales como el Garden Tourism Awards dentro de los 10 jardines más bellos de Norteamérica.
    El juego de su arquitectura y la composición de las obras de arte moderno que se exponen en los espacios libres hacen de ese espacio público un maravilloso lugar de inspiración, entretenimiento y agasajo. Este proyecto vivo desde hace más de treinta años, es sin duda uno de los espacios donde se intercala lo mejor del tejido social y urbano, en una ciudad doblegada por la violencia, el narcotráfico y la corrupción.
    Hace unos días el Alcalde de Culiacán anunció que su administración dejaría de pagar el consumo de agua y energía eléctrica del Botánico, por considerar excesivo el consumo que asciende a 250 mil pesos mensuales. Por supuesto que secar y dejar a oscuras el Botánico es un absurdo, una acción perversa que encubre los traumas y las fobias de un gobernante de visión corta, que muestra el desequilibrio de un político que inexperto cegado por los fantasmas de un pasado a la sombra de la derrota.
    Estrada Ferreiro llegó por suerte al cargo, con la ola y el arrastre de un candidato presidencial que arrasó. El primer edil sigue perdido en el discurso de la absurda dicotomía entre los “ricos malos” y los “pobres buenos”, proyectando sus traumas juveniles, los vacíos existenciales de aquellos que nunca tuvieron nada y de pronto la política les da todo. Por esos mismos vacíos busca trascender en el escándalo, confrontando en donde no hay pleito, abriendo frentes de batalla solo por seguir el instinto de su naturaleza beligerante.
    Por esos mismos traumas pueriles presume ante sus electores camionetas ostentosas que superan el millón de pesos. Porque en su forma de ver el mundo, alguien que viene de abajo puede darse esos lujos al amparo del cargo, porque en su rancia visión del poder, las acciones del gobierno no son para transformar lugares comunes en beneficio de la sociedad, sino para demostrar que desde la silla todo se puede, incluso acabar con el legado de quienes hicieron de un barbecho seco un jardín florido.
    Me queda claro que la suerte del Botánico no la definirá el “alcaldillo” de esta ciudad, nuestro parque seguirá verde y vivo con él, sin él o a pesar de él. Estoy seguro que habrá entre gente bondadosa y humana de nuestra capital, más de una o uno que quiera aportar para mantener este espacio de arte y cultura. Lo preocupante del caso no es de dónde saldrá el recurso para pagar el agua del Botánico, lo verdaderamente preocupante es la visión corta y mezquina de quienes nos gobiernan bajo ese sentimiento de dueñez de lo público, replicando las formas del priismo setentero que utilizaba las instituciones para atentar contra aquello que simplemente no les parecía.
    Pero el Botánico sobrevivirá, sus árboles seguirán reverdeciendo y ese espacio pilar en el tejido social y el desarrollo humano de nuestra comunidad continuará siendo fecundo en arte y botánica. La obra del ingeniero Murillo permanecerá en el recuerdo y el corazón de los que lo disfrutamos, mientras que la suerte de un Alcalde sin ideas, terminará como la de otros insignificantes que pasan sus administraciones sin glorias. De algo estoy seguro, la luz del Botánico no la apagará la oscuridad de Estrada Ferreiro. Luego le seguimos.
     

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