"Mesa de distensión, de adorno. Sería mejor pactar por Sinaloa"

En abril  de 2018, precisamente en la intención de quitarle tensión a la relación entre Quirino Ordaz Coppel y Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de Morena envió el mensaje de que la única condición para llevar la fiesta en paz era que el Gobernador guardara la distancia que la ley obliga en torno al proceso electoral.

Hasta hoy todo indica que los dos han respetado el papel que les toca jugar porque de parte de los partidos que integran la alianza “Juntos Haremos Historia” no existen reclamos o denuncias formales de la intromisión de Ordaz Coppel o al menos no de tanta injerencia como para incomodar a quien las encuestas perfilan como presidente de México.

Por parte del bloque electoral “Por México al Frente” tanto Acción Nacional como el Partido Sinaloense han inferido en juntas internas o en actos de proselitismo que el Gobernador maniobra para favorecer al candidato presidencial de su partido, a José Antonio Meade, sin que estén las pruebas ante los órganos que arbitran los comicios.

Pero a 38 días de que se realice la elección, el Secretario de Gobierno, Gonzalo Gómez Flores, encabezó ayer la instalación de la llamada mesa de distensión política que, de acuerdo a la experiencia, consiste en sonreír y saludarse sobre manteles blancos y abajo echarse miradas de odio y meterse zancadillas. ¿Tiene algún caso la civilidad fingida en la actual lucha electoral tan enfurecida?

Es algo importante, sin duda, desde la perspectiva de qué disposición tendría Ordaz Coppel para asumirse como entidad neutral, renunciando a la tentación de utilizar el aparato público para construirle triunfos electorales al PRI en distritos y municipios. A él le es fundamental para la gobernabilidad, por ejemplo, obtener mayoría en la 63 Legislatura que se erigirá el primero de octubre.

Este tipo de pactos tienden a naufragar en la diplomacia del disimulo, sin aterrizar en la convicción del respeto. Pueden suceder encuentros cordiales entre las paredes de palacio de Gobierno mientras en los cuartos de guerra de los candidatos lejos de ser pretendida la afabilidad, la consigna es el conflicto.

Hay que considerar también que el relajamiento de posturas en la guerra política no depende del todo del Gobernador. En los debates entre aspirantes realizados a la fecha se constata que más que una disputa por los votos esto es una guerra por derribar partidos, cotos de poder, la vía ciudadana e inclusive es un intento por cogobernar junto a Quirino el último trienio.

Ha quedado expuesto que a los partidos tradicionales les incomoda el crecimiento de las candidaturas independientes, que el PRI tratará de sacar adelante a como sea la pretensión de Mario Zamora al Senado, que Rubén Rocha Moya va contra Héctor Melesio Cuén y el control que este ejerce en la UAS y que el mismo Cuén posee una fuerza política que no sacrificará ni arriesgará nomás porque sí.

¿Será posible instalar el diálogo en un terreno que linda con las parcelas de odio y defenestración? No. Esa energía debería de gastarse en darle forma al pacto por Sinaloa donde no solo los partidos sino todos los actores sociales empujen hacia el mismo sentido para mejorar la seguridad pública, desarrollo económico, combate a la corrupción y justicia social.

Eso sí sería valioso. La pólvora gastada en infiernitos que buscan acuerdos de caballeros en donde el honor se ha extinguido, habría que enfocarla al gran acuerdo entre las buenas voluntades dispuestas a edificar a partir de lo que tenemos, no a demolerlo todo para luego rapiñar entre las ruinas.

Re-verso

Suena la misma canción,

De enfadosa tonadilla,

Con mesas de distensión,

Arrojándose la vajilla.

La alianza que urge

Un aviso de lo impostergable que es la unidad social para contener nuevas oleadas violentas que echen abajo los sueños de paz en Sinaloa, nos llega desde la zona de Pánuco, municipio de Concordia, donde el asesinato de cuatro personas previene del recalentamiento del sur del estado. ¿Y cuándo el pacto social por la seguridad pública?