"Mientras más politizados, más libres"

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@Aless_SaLo

Hace poco me percaté de que han pasado un par de semanas desde que hablo de política en este espacio. No es que sea inusual para mí no tratar temas concernientes al Presidente, o a la seguridad nacional; es solo que si se compara con las columnas de otros colaboradores semanales de este periódico, los temas sobre los que escribo pueden parecer banales o poco importantes.

Este pasado sábado se subió al vagón del metro en donde yo iba, una mujer mayor que repartía folletos y que dio un discurso de más de 15 minutos sobre la situación política del País. Le reclamó a los gobiernos pasados el desvío de recursos, criticó la forma en la que actúan la Cámara alta y baja, y nos recordó que el 21 de marzo, en el aniversario del natalicio de Benito Juárez, López Obrador realizará una consulta popular (otra vez) para ver si se enjuician o no a los políticos corruptos.

Nadie le hizo mucho caso. Francamente, ni siquiera yo le puse mucha atención. Más que escuchar detenidamente sus palabras o analizar la información que compartía, me puse a reflexionar en lo curioso que me parecía el asunto. Y ahora que la anécdota ha tenido tiempo de asentarse en mi memoria, reconozco que la manera en la que las personas del vagón ignorábamos a la mujer y a su discurso político, es muy similar a la forma en la que ignoramos a los personajes y escenarios políticos de México.

Como estudiante de periodismo, debería interesarme más en ellos, pero a pesar del paso de los años y del esfuerzo que mis padres y sobre todo, profesores, han puesto en educarme y en intentar aumentar mi fascinación por ellos, todos han fallado. 

Tengo una vida de privilegio. Estoy consciente de que hay personas que no tienen la fortuna de ser indiferentes hacia la política, por lo menos durante ratos. Es gente cuyos derechos humanos, cuyos trabajos, futuros y vidas dependen de instituciones, de políticas públicas y de las decisiones que tomen a su favor o en contra aquellos que están en una posición de poder. Pero yo, y muchos que leen esta columna, asumo, tienen la posibilidad de distanciarse de la política en parte porque no la entienden. También porque mucho de lo que se dice y hace parece planeado o parte de un enorme circo. Porque no vemos cómo podría afectarnos directamente. Pero también porque la política, y sobre todo en países como México, se parece más a una red de mentiras tejida por arañas manipuladoras que a cualquier otra cosa.

Un artículo publicado en el diario “The Atlantic” (Boston, Estados Unidos), llamado “Con respecto a la política, ¿hay algo que les importe a los millenials?”. Aunque es complicado, la respuesta corta es sí, pero al final del día, sentimos que nuestros gobiernos nos ahuyentan. Saben que no participamos, saben que no entendemos, y no les importa. Tal vez mi generación no es la que más vota, pero de acuerdo a ciertos estudios anglosajones, somos los que más asiste a protestas sociales; los que más están dispuestos a boicotear celebridades, proyectos o empresas problemáticas; los que han tomado más acciones para intentar salvar el mundo; los que más han optado por apoyar negocios locales o que benefician sectores de la población vulnerables. A como yo lo veo, todo eso es política también.

A pesar del desprecio que pueda tenerle a la política, quiero aclarar que solo es hacia cierta versión de ella. La que hemos visto en las últimas décadas. La que no ha hecho más que decepcionarnos y engañarnos, porque en realidad, la política auténtica es el accionar para ser libre, y su valor reside en que no podemos construir puentes con nuestros opositores sin ella. El valor de la política está en la negociación, en el tolerar si bien no se respeta, y mientras más politizados estamos sobre lo que ocurren alrededor de nosotros en el día a día, más sabemos. Y mientras más sabemos, más libres somos.