"Nadie quiere mirar"

De pronto, la caravana se ha convertido en un problema que nadie quería ver: el desastre económico y social de la mayoría de los países centroamericanos.

Durante años, Estados Unidos, Canadá y México se han dedicado a usar esos países como clientes para sus productos, paso obligado de mercancías y hasta para uno que otro experimento político que generalmente nunca funciona.

No basta ir muy lejos para ver las secuelas de un desastre anunciado, por las calles de Culiacán, Los Mochis o Mazatlán deambulan los hondureños, guatemaltecos o salvadoreños pidiendo un poco de ayuda para sobrevivir mientras continúan su camino.

La marea humana es tan grande que los agentes de migración ya tiraron la toalla, simplemente es imposible detener, canalizar y repatriar a los miles de migrantes que recorren nuestras ciudades.

El problema se ha hecho visible gracias a la caravana que anunció su salida de Honduras de manera pública, atravesó Guatemala y se internó en México.

Ni siquiera tenemos un protocolo para resolver una situación así, imaginen si un país entero decide abandonar su tierra y se aventura en el territorio de su vecino, ni siquiera existe una forma de detener a una marea humana.

Pero los problemas de migración si tienen un origen: la violencia, la pobreza, la corrupción, todo permitido por los países más desarrollados, incapaces de ayudar a los países más débiles.

Hoy, esos países, incapaces de retener a buena parte de su población, trasladan sus problemas a sus vecinos y nosotros somos incapaces de afrontar el problema.

Nuestros gobernantes prefieren voltearse para otro lado.