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"Educación y Sociedad"

"No apaguemos la luz de sus miradas"

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    Centro de Investigación e Innovación Educativa de Sistema Valladolid

    El más reciente Informe Acerca de la Situación de la Infancia en México, presentado por el FONDO DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA INFANCIA (UNICEF. 2018), refleja en su primera página que a nivel nacional hay 39.2 millones de niños, niñas y adolescentes. Este dato demuestra, por sí sólo, la responsabilidades que deben ser asumidas por el estado, la familia, las autoridades educativas, los medios de comunicación, entre otros, para garantizar el desarrollo integral de cada uno de ellos.

    De igual manera, ese dato en la primera página del informe de la UNICEF, significa que la sociedad en su conjunto debe actuar en función de asegurar las condiciones óptimas para que sean respetados todos los derechos de las niñas, los niños y los adolescentes. El primero de ellos, es el derecho a la vida.
    El hecho de que en México convivan, se eduquen y se formen como ciudadanas y ciudadanos 39.2 millones de niños, niñas y adolescentes, debe representar una condición de orgullo patrio, de responsabilidad gubernamental y familiar; a la vez de constituirse en una de las más grandes potencialidades nacionales, en función de asegurar un futuro de bienestar, basado en el desarrollo personal y social sustentable para nuestro País.
    Sin embargo, apenas pasamos la primera página de este informe y nos percatamos de la compleja realidad social mexicana. Desde la UNICEF se identifican que de ese gran total de 39.2 millones de niñas, niños y adolescentes:
    el 33% padecen obesidad y sobrepeso.
    el 51% vive en situación de pobreza.
    el 63% han sufrido diferentes tipos de violencia.
    el 82% no alcanza los aprendizajes esperados.
    Ante este panorama social, al que día a día se enfrenta la niñez y la adolescencia mexicana, es necesario preguntarse:
    ¿Qué estrategias utilizaremos como sociedad para asegurar la salud, la educación, los aprendizajes, la paz, la libertad y la vida de cada uno de nuestros niños, niñas y adolescentes?
    ¿Cómo haremos para desprendernos de la pobreza, la discriminación y la violencia como formas de vida?
    ¿Cómo vamos a desaprender los dogmas de la pseucultura que pondera al egoísmo y la competencia inhumana entre hermanos como forma de crecimiento personal?
    ¿Para cuándo se hará posible que nuestra sociedad en su conjunto se constituya en la fuente principal de cultura, libertad y felicidad para cada niña, niño y adolescente mexicano?
    Resulta lamentable que en el México de hoy no hay respuestas para las interrogantes planteadas. Al contrario, cuando parece que hemos tocado fondo, la realidad nos demuestra que aún podemos hundirnos más en el pozo en el que nos han metido. Los asesinatos a sangre fría de varias niñas, niños y adolescentes, ocurridos recientemente así lo demuestran.
    Es lamentable que la niñez y la adolescencia mexicana sean los que estén pagando los errores cometidos. Por favor, permitamos que sea el juego infantil el que haga cerrar los ojos de nuestros niños, niñas y adolescentes cuando se entreguen al sueño reparador en sus camas; y no que sea un balazo, el que apague para siempre la luz de sus miradas.

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