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"La Vida de Acuerdo a Mí"

"No dar la espalda al hermano migrante"

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    Se dice que uno de cada dos mexicanos tiene familiares en Estados Unidos. Algunos de ellos tienen generaciones enteras allá en el norte, incluso desde antes que la frontera los cruzara y cambiara el curso de la historia.
     
    Los de ciertas regiones del país ven a los migrantes pasar. Van en enormes trenes, se suben al transporte público a suplicar ayuda, recorren los mercados en busca de limosna, y ahora llegan a montones en caravanas altamente publicitadas por los medios.
     
    Entonces, si la historia de México está marcada por el hambre, la tragedia, la necesidad de adaptarse y dejar la tierra natal al cambiarla por una en la que nos sintamos mejor, ¿no deberíamos ser más empáticos, menos crueles, con los que ahora llegan a nosotros, huyendo de algo peor’?
     
    Tristemente, somos hipócritas. Vemos a los centros y sudamericanos como si fueran distintos. Tal vez porque hablan diferente, tal vez porque deletrean sus nombres de forma peculiar a los platillos que les recuerdan a casa no son como los nuestros. Somos hipócritas porque despreciamos y criticamos el discurso político de Donald Trump, pero el trato que mostramos como sociedad y como Estado hacia los migrantes indica que no somos mejores.
     
    Estas miles de personas están huyendo de narcotraficantes, de pandilleros, de asesinos. Si estuviera en su lugar, yo también correría.
     
    Para ser sincera, aunque maneje este discurso abiertamente izquierdista, una parte de mí entiende el miedo que algunos mexicanos sienten. Miedo ante la incertidumbre. Miedo ante no saber con qué clase de personas lidian. Miedo ante no tener la certeza que traen cambios buenos en lugar de malos. Está bien, son sentimientos humanos, pero ante esta caravana, este enorme contingente de personas, debemos recordar tener compasión.
     
    ¿Por qué no podemos? Si lo pensamos un momento, el mexicano siempre se indigna ante el maltrato de los suyos en el exterior, pero cuando se enfrentan a una persona que consideran inferior, hacen lo mismo que reclaman aunque la evidencia indique que no tienen motivos sólidos para sentirse amenazados.
     
    Un reporte reciente de la Radio Pública Nacional de Estados Unidos compartió cuatro estudios que indican que la migración indocumentada no aumenta la prevalencia de crímenes violentos o problemas de alcohol y drogas en la comunidad. Puede que sean palabras vacías, puede que no. Puede que la forma en la que los migrantes se comporten en Estados Unidos sea diferente a como lo hacen aquí, o puede que no. 
     
    Independientemente de eso, debemos recordar que antes que extranjeros, foráneos, documentados o indocumentados, los migrantes son humanos. Y en muchos sentidos, son nuestros hermanos (o al menos nos recuerdan a ellos. Solo son mis tíos los que viven en Estados Unidos, pero en otras circunstancias, fácilmente hubiera podido ser mi hermano).
     
    El mundo está viviendo días grises, y puede que arrastrados por diferentes circunstancias, terminemos en lugares donde nunca antes creímos estar. Pongámonos en sus zapatos, e imaginemos en vez de despreciarnos, alguien tiene un gesto de bondad hacia nuestra parte que, aunque suene ridículo, podría salvarlos la vida.
     
    No demos la espada a nuestros semejantes. Cualquier día de estos podríamos estar en su lugar.
     
     

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