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"Visor Social"

"No habrá cambio sin actitud vigilante y propositiva"

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21/07/2018

    Ambrocio Mojardín Heráldez

    A pesar de que ya pasaron varios días y de que el resultado fue muy claro, hay varios indicadores de que muchas personas no han comprendido el mensaje del pasado 1 de julio. En unos porque siguen repitiendo los comportamientos por los que fueron rechazados en las urnas; en otros, porque después de haber ganado, empiezan a traslucir justamente los comportamientos que la gente ya no quiere y en muchos más porque creen que con dar el voto es suficiente. 
     
    De todos ellos se recibe un mensaje inequívoco: hay que mantenerse en vigilia y disponerse a multiplicar esfuerzos hasta que crezca la disposición y el compromiso por la participación. Hay que estar atentos a lo que suceda y poner “marcaje personal” a quienes toman las decisiones importantes. 
     
    La oferta del cambio que dejaron las elecciones no viene montada sobre máquinas que lo aseguren, ni hay estructuras ni procedimientos que lo garanticen. El cambio lo operarán personas y por muchas ganas que tengan y muy formadas que vengan (en algunos casos esto no parece cierto) necesitarán la participación social comprometida.
     
    La academia, las organizaciones ciudadanas, las asociaciones de especialistas y todo tipo de núcleo social activo tienen que comprometerse a acompañar el ejercicio de los gobiernos. El reto será encontrar las formas, pero dejar de nuevo la toma de decisiones trascendentales a los servidores públicos, puede ser la falla que elimine las posibilidades del cambio. 
     
    La historia nos dice que no hay tarea completa en la administración pública, si no hay participación directa de la población. Si la gente no se interesa por lo que se hace en su nombre, se agrandan las oportunidades para los excesos y la corrupción. Si se sigue dejando que las decisiones más importantes queden en manos de unos cuantos, si la población se retrae y se sienta a esperar, el cambio no va a tener ni los contenidos, ni la dirección deseada. 
     
    Que sirva de ejemplo para que no se repita lo sucedido con el préstamo que solicitó el municipio de Culiacán para “cubrir necesidades de infraestructura” y la propuesta de construcción del puente elevado en el bulevar Rolando Arjona “para mejorar el flujo vehicular en la zona”. Para ambos casos, surgidos de repente, hubo reacción social pero no hubo manera de analizarlos porque rápido se sometieron a las instancias para aprobarse.
     
    Poco importó que con esas decisiones se repitieran prácticas que la sociedad ya no quiere ver porque las asocia a corrupción y abuso de poder. Quizá las propuestas son buenas, pero la población no tiene razones para considerarlo así y se están haciendo de una manera que despierta sospechas. 
     
    En ambos casos, para la población solo ha habido argumentos sueltos e información por retazos, pero no sabe de qué se trata y por qué son la mejor alternativa. 
     
    Desafortunadamente, la historia le ha dejado evidencias que las cosas hechas así no son muy buenas, pero le cuestan.
     
    De frente a ello y en concordancia con el cambio que se ha “aprobado” en las urnas, la sociedad espera que los nuevos servidores públicos se conduzcan con prudencia y ética. No se espera que tomen decisiones en revancha, pero sí que demuestren ser diferentes y estar más interesados en el bien común de la sociedad. 
     
    Por su parte, la sociedad organizada debe prepararse para exigir que las grandes decisiones cuenten con el mayor aval posible y que los servidores públicos aprendan a ejercer el gobierno de manera incluyente y participativa. A tal grado que, incluso la planeación del ejercicio del presupuesto, se haga tomando en cuenta la visión de prioridades que tiene la población. 
     
    No será imposible, ya en la Ciudad de México, como en algunos países se tienen prácticas de presupuestación participativa, con resultados económicos y sociopolíticos muy positivos. Algunos de ellos son que aumenta el pago de impuestos difíciles de recaudar, como el predial, al mismo tiempo que aumenta la confianza en el gobierno y la corresponsabilidad de la población por el cuidado de la infraestructura urbana y los bienes comunes. 
     
    Sí será una tarea difícil porque la mentalidad que priva sobre el servicio público es un tanto cómoda; al gobierno le toca decidir y hacer y ellos sabrán por qué. Sin embargo, poco a poco hay que irla eliminando porque gracias a ella es que la corrupción ha ido creciendo y los rezagos en áreas tan prioritarias, como la de salud y educación, se han ido agudizando.
     
    La sociedad ya decidió en las urnas. Quiere un cambio donde desaparezcan los vicios y los excesos que aumentaron la corrupción. Quiere que el ejercicio de lo público tenga como destino el bien de toda la población, no solo de una parte de ella.
     
    Ahora, la sociedad está comprometida a formar parte de ese cambio y tiene que encontrar las mejores formas para lograrlo. Quienes fueron elegidos para guiar el proceso están llamados a ser ejemplo del deber ser, pero las y los ciudadanos todos tenemos que estar atentos para acompañarles, según corresponda; con propuestas, con críticas y si es necesario, exigiendo que dejen el cargo. ¿O usted qué opina? 
     
     

    @ambrociomojardi;  amojardin@gmail.com

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