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"Opinión"

"¡No más compromisos balines!"

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06/11/2018

    Joel Díaz Fonseca

     
    Un análisis de Sinembargo.com de este sábado advierte que siete funcionarios del más alto nivel en el Gobierno de Enrique Peña Nieto aumentaron su fortuna en un promedio de 2.4 millones de pesos anuales, mientras 3.9 millones de mexicanos engrosaron las filas de la pobreza.
    “El contraste”, advierte el análisis, “ratifica lo dicho por el Presidente al inicio de sexenio: Somos una nación que crece en dos velocidades. Hay un México de progreso y desarrollo. Pero hay otro, también, que vive en el atraso y la pobreza.
    En dos velocidades, dijo EPN, y tenía razón. Así como subieron quién sabe cuántos escalones en la ruta del dinero los hombres más ricos del país y los hombres del gobierno y sus adláteres, casi 4 millones de mexicanos se sumaron a los más de 50 millones de pobres que ya había.
    Los siete funcionarios que cita el portal son Gerardo Ruiz Esparza, Ildefonso Guajardo Villarreal, Jesús Alfonso Navarrete Prida, Luis Videgaray Caso, Pedro Joaquín Coldwell, Rosario Robles Berlanga y Miguel Ángel Osorio Chong.
    Aunque parezca una paradoja, la reversa es también una velocidad, solo que para atrás. Y no necesariamente se retrocede a paso lento, ahí está el caso del vehículo LEAF de la Nissan, que en 2012 recorrió en reversa un kilómetro y medio en solo 1 minuto con 37 segundos.
    El gobierno peñanietista no se queda atrás, retrocedió en los niveles de pobreza en un rango de mil 790 nuevos pobres diariamente, a pesar de su compromiso de “mejorar la economía de los mexicanos”.
    Se comprometió a acabar con la corrupción, pero en seis años la disparó a niveles nunca vistos. Una terrible impunidad ha sido el rostro de su gobierno.
    Podrá decir que en ningún momento habló de mejorar la economía de “todos” los mexicanos, sino de solo unos cuantos, lo que sí logró. Pero a costa del bienestar de millones de mexicanos.
    Ya he escrito sobre la proclividad de quienes asumen un cargo -desde la Presidencia de la República hasta el más pequeño de los ayuntamientos- a prometer todo lo que les viene en mente, buscando el aplauso fácil e inmediato, sin bases ni la voluntad para cumplirlos.
    Leí el domingo las declaraciones de la presidenta de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, la morenista Graciela Domínguez Nava, anunciando que no se va a solapar a nadie que se ponga o quiera ponerse por encima de la ley.
    “Ya lo dijo nuestro Presidente electo Andrés Manuel López Obrador, que aquí no se va a solapar a nadie, sea de la misma coalición, sea del mismo partido o de otro partido”, subrayó la legisladora.
    Igualmente se pronunció a favor de que todo acto de autoridad sea público.
    “Mi opinión”, dijo, “es que todo debe ser abierto, debe haber transparencia en todos los procesos”.
    Esto último fue en respuesta a los cuestionamientos de los reporteros por algunas de las acciones del Alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, morenista como ella, quien en la primera sesión de Cabildo dio muestras de su intolerancia con la prensa. Uno de sus funcionarios ordenó sacar de la sala a los comunicadores.
    Destacó la legisladora que es prioridad de su partido “que el ciudadano esté enterado de todos los asuntos públicos que se tratan en los cabildos, en los parlamentos, por ahí tenemos que empezar”.
    Ya hemos escuchado infinidad de veces el mismo discurso al inicio de tantísimos gobiernos o en el arranque de tantas legislaturas, que cuesta creer en la sinceridad de quienes se pronuncian en ese sentido.
    Es como cuando un enclenque se pone frente al martillo de feria buscando impresionar a los espectadores. Jala todo el aire que puede, golpea con todas sus fuerzas el dispositivo de resistencia, pero el disco apenas se desplaza hacia arriba una o dos de las 10 rayas que miden el esfuerzo.
    El respetable esperaría seguramente ver un milagro, y lo que presencia es una caricatura que lo despierta de patética quimera.
    El 22 de julio del año pasado escribí aquí, a propósito de una de las artimañas de la pasada Legislatura: “Así como un hábil prestidigitador, que desaparece cualquier objeto a la vista de todo mundo, los legisladores del PRI, del PAS y del Panal desaparecieron de un “manotazo” la exigencia de que el trabajo legislativo se haga de cara a la sociedad, especialmente la discusión de las cuentas públicas”.
    Estamos hartos de compromisos balines, pero hay que concederle a la legisladora Domínguez Nava el beneficio de la duda. Esta legislatura debe demostrar que está hecha de otra madera.
     

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