|
"Puerto Viejo"

"No quiero..."

""

    Domingo 22 de julio del 2018, día ducentésimo del presente año y en el que dentro del santoral católico, se recuerda a la santa María Magdalena, la mujer a la que Cristo liberó de los siete demonios, según el evangelio de Lucas, hecho que la convirtió en fiel seguidora del líder cristiano, con tanta aproximación, que no falta quien asegure que mantuvo una relación conyugal con el nazareno eterno.
     
    Este día también se conmemora El día mundial contra la minería a cielo abierto, la cual, está dominada no por los siete demonios que afligían a la redimida María Magdalena, sino por mil demonios que la convierten en un peligrosísimo enemigo del medio ambiente y de la integridad del ser humano.
     
    El recordatorio referido fue promovido por los activistas de este movimiento social,  compuesto principalmente por mexicanos y canadienses, que desde el 2009 están tratando de hacer conciencia en los gobiernos de todo el mundo, sobre la amenaza de esta actividad productiva, la cual, puesta en el balance, los beneficios que acarrea no pintan ante el enorme deterioro ambiental que causa y los impactos negativos que acarrea para la salud de los seres vivos.
     
    Esta variante de la industria minera, se desarrolla básicamente sobre la superficie de la tierra con excavaciones del subsuelo, pero siempre a cielo abierto. Con un previo desmonte, se remueven millones de toneladas de tierra y se destruyen promontorios en el afán de conseguir riqueza, mediante la molienda del material removido, tratado con diversas sustancias tóxicas que ayudan a separar los minerales buscados del considerado como estéril, es decir, sin contenido que aporte a lo invertido.
     
    En el caso del oro, para su separación se utiliza cianuro de sodio y para conseguir cobre y uranio, se aplica el ácido sulfúrico. 
     
    Obviamente para llegar a esta etapa del proceso se va dejando un reguero de daños ambientales. De entrada, para iniciar los trabajos se procede a deforestar el sitio donde se ubicará la explotación; es decir, se causa perjuicios serios a la flora y a la fauna, también paganos de los trabajos de exploración que se dan en el lugar de la explotación.
     
    Después de las excavaciones viene el tratamiento del material rocoso, y no precisamente con sustancias benéficas para la salud del ecosistema, sino con líquidos tóxicos que estropean seriamente los cuerpos de agua y los mantos freáticos, contaminan el aire, y por supuesto, la salud de los mineros que están en permanente contacto con dichas sustancias.
     
    La minería a cielo abierto en nuestro país, conocida también como minería de tajo, tiene una importante presencia en distintos estados, como Sonora, San Luis Potosí, Zacatecas, Chihuahua y Sinaloa, entre otras, de las cuales, se extraen metales como el oro, la plata, cobre, zinc, entre otros, así como también productos no metálicos como la cal y el mármol.
     
    Las consecuencias negativas de esta actividad extractiva se potencian en virtud de que la Profepa, encargada de vigilar el correcto manejo de la misma, es un ente ineficiente y corrupto que se pone en marcha, cuando de plano, los efectos de su vigilado ya no se pueden ocultar y para entonces, los daños, en muchos de los casos son irreversibles y de consecuencias incalculables.
     
    Los inversionistas y el propio sector gubernamental argumentan que este tipo de minería arroja grandes beneficios para la actividad económica del país y que es generadora de miles de empleos directos entre los lugareños de los distritos mineros y bajo ese supuesto, bajo la gestión de Carlos Salinas de Gortari, se entregaron miles de concesiones mineras, acción que impulsó fuertemente Felipe Calderón, de tal suerte, que la fecha, se estima que hay más de 92 millones de hectáreas concesionadas para la explotación minera, de las cuales el 70 por ciento lo ocupan empresas extranjeras.
     
    Obvio la inversión es estadística para las gestiones gubernamentales que presumen sus éxitos, pero no se vale que a cambio de ello, se lastime el medio ambiente y se ponga en riesgo la salud de los seres vivos, especialmente de los que trabajan de manera directa en la explotación minera. 
     
    Esperemos que la llamada cuarta transformación de la República prometida por el nuevo Presidente de México, traiga lo necesario para acotar los peligros que se derivan de la extracción de metales. En fin.
     
    No quiero oro ni quiero plata, yo lo que quiero es llenar la canasta, sí, pero sin meter tanto la pata. ¡Buen día!
     
     

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!