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"Opinión"

"Nos faltan seis"

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20/10/2018

    Cuauhtémoc Celaya Corella

    No estamos todos Inge, nos faltan seis, cinco ciudadanos y un jovencito. Nos cayó una tormenta y luego una mañana, un temporal hizo acto de presencia solo para causar una tragedia y se fue. No puede la sociedad estar alegre, cuando hace ya un mes, la irresponsabilidad humana se llevó primero a tres, luego una imprudencia, como manera costumbrista de ser, se llevó a dos, y luego la última.
     
    Lo que habría que preguntarse, Inge, es, si dichas consecuencias eran previsibles e inevitables. Y la respuesta es sí, sí podrían haberse evitado. Pero las tragedias se olvidan.
     
    En septiembre 20, la tormenta que azotó con gran cantidad de lluvia hizo crecer los arroyos de la ciudad, que según información, Culiacán tiene 67, que llevaron el agua  hacia los ríos para ser conducida hacia el mar, sólo que uno, denominado “El Piojo” arrasó a tres mujeres quienes fatalmente pagaron con su vida, el atrevimiento de cruzarlo. No conozco ese lugar Inge, pero puedo apostarte que carece de barandales, cruces peatonales elevados y avisos  preventivos de no cruzarlo. 
     
    Este arroyo no es nuevo, es parte de Culiacán, se conoce su peligrosidad y ninguna autoridad ha hecho algo para encauzarlo y evitar el daño que produce. Cobra vidas humanas de culiacanenses. Los arroyos son un peligro. ¿Por qué entonces, ninguna autoridad trabaja y propone soluciones para evitar pérdidas humanas por ello? No es que la autoridad sea culpable directa de las muertes ocurridas, pero sí es un descuido, sabiendo de su peligrosidad, hacerse desentendida y sólo lamentar las muertes que suceden, y olvidar después.
     
    Un profesor de danza y unos alumnos, salen a “botear” para obtener fondos, ante la falta de apoyo de las autoridades responsables. Se instalan en los cruceros y llevan a cabo acrobacias para que los automovilistas, tal vez con desgano, depositen algunas monedas en sus alcancías y así ayudarse en sus gastos. Es un paisaje muy clásico en la ciudad. Adicional al de los indigentes, los discapacitados, los vendedores y otros que en esos cruceros realizan parte de su modo de vida. 
     
    En ese paisaje urbano, la imprudencia de un automovilista que, según escuché, iba bajo el influjo del alcohol, se fue contra el maestro y una alumna, que no pudieron hacer nada para evitar el impacto, y fallecieron. Es el riesgo de salir a la calle y encontrarse con ciudadanos indiferentes al valor de la vida y al cumplimiento de las disposiciones viales y el respeto ciudadano.
     
    ¿Cuál motivo se tiene para conducir con exceso? ¿Qué necedad el de conducir bajo el influjo del alcohol? ¿Quién se cree el ciudadano, para convertirse por imprudencia en un asesino, según la ley? 
     
    Dos personas inocentes pagan con su vida, la imprudencia de un irresponsable, tal vez autorizado para conducir un vehículo, pero que deja una estela de dolor en dos familias, enluta dos hogares y rompe con el sueño de un grupo cultural. Y, ¿qué acaso no hay presupuestos de apoyo por parte de gobierno para la difusión de la cultura a través de los grupos culturales, que requieren competir y muestrearse ante otros públicos?
     
    Es Culiacán desde hace muchos años, una ciudad de indigencia social. No solo por ser paso de migrantes y de contar con pobladores que llegan con familias a la recolecta de hortalizas, y algunos de ellos buscan dinero en los cruces viales, juntos con indigentes, personas con discapacidad y limpia vidrios, que junto con vendedores de verduras y otras cosas, buscan en las equinas transitadas un poco de ayuda económica. Esto ha venido creciendo de manera exponencial. 
     
    Y el sexto que nos hace falta es un jovencito al que se le cortó la vida y todo lo bueno que pudo haber tenido, cuando una mañana caminaba hacia su escuela, ignorando que por lluvia, las clases se habían suspendido.
     
    Jamás pensó que caminar por una calle que debió de haber conocido muy bien, el arroyo que fluye por abajo, sería el punto final de su vida, al ser arrastrado por la corriente de la lluvia que despertó a la ciudad. La nota publicada aparece una foto en donde se ve el lugar donde el niño cae y es arrastrado por las aguas.
     
    Se ve que no tiene en algunos trechos alcantarillas que cubran los hoyos y no hay barandales de defensa para los peatones. Otro error derivado de algo mal hecho, o algo que en su original visualizaba lo que hoy carece, rejillas y barandales, y ese “error” cobró la vida de un jovencito.
    Sin duda, alguna autoridad supervisó la obra, la recibió en la entrega y debe haber notado las rejillas y barandales faltantes y no dijo ni hizo algo, para remediar el error. Error que cobró una vida. Responsabilidad por omisión. 
     
    Seis personas nos faltan en el colectivo social. Seis vidas que pudieron haberse salvado, si la autoridad se avocara a cumplir. Cuanto más tendrá que suceder para que lo que se haga, se haga bien, y no que sea un peligro para ciudadanos.
     

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