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"Aldea 21"

"Nuestra moral y Tlahuelilpan"

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ALDEA 21

    vraldapa@gmail.com

     

    La tragedia de Tlahuelilpan se ha convertido en el suceso mediático más álgido que pone en la mesa la discusión el tema de nuestra moral social como nación, de las decisiones individuales que definen lo que está bien o está mal y cómo hacemos de ellas parte de las costumbres que definen lo socialmente aceptable, determinando la manera en que nos relacionamos cotidianamente en todos los ámbitos de nuestro ser en sociedad y el entorno en el que convivimos.

     

    En las últimas tres décadas frecuentemente hemos sido partícipes de discusiones en torno a la gradual pérdida de valores morales en las nuevas generaciones y la profunda descomposición del tejido social que esta situación ha generado; al grado de haber vulnerado notablemente el Estado de derecho y hacernos perder nuestra capacidad de asombro ante ello. Se ha llegado a la conclusión de atribuirla a causas diversas como la desintegración familiar, una educación mal orientada, a la falta de control de los medios masivos de comunicación, al internet, a una agitada y exigente vida productiva y profesional, a la falta de oportunidades, a la desigualdad social y la corrupción entre otras razones, que se han convertido simultáneamente en origen y efecto del conflicto existencial y moral que hoy padecemos.

     

    Con la llegada del gobierno de López Obrador, se plantea la elaboración de una constitución moral en la que se pretende dejar atrás la corrupción y la impunidad recuperando los valores contenidos en las tradiciones y culturas del pueblo mexicano. De acuerdo al planteamiento de esta convocatoria incluida en lo que han llamado la cuarta transformación de la vida pública de nuestro país, que no sólo atenderá los asuntos de bienestar económico de los habitantes, sino que alentará la construcción conjunta de un nuevo pacto social que armonice la convivencia desde los valores comunes.

     

    Sin embargo, como en toda crisis social en la que se experimentan cambios bruscos, es propicio para el surgimiento del ejercicio de la crítica que plantea revisar los pros y contras que confunden o paralizan una situación para ir más allá de lo inmediato y valorar la situación con criterio. Así lo anota Marina Garcés, filósofa y catedrática española al referirse en uno de sus textos sobre crisis y crítica:

    “…Los tiempos de crisis no son buenos para la crítica. Lo estamos viendo, aquí y en países vecinos. En la incertidumbre gana el miedo. Y en la indefinición, el oportunismo. El combate de ideas se transforma en una guerra de opiniones y de posiciones en las que el único objetivo válido es atacar al adversario y hundirlo. En lugar del combate para encontrar criterios, la guerra para imponer las condiciones”.

    La pensadora advierte la necesidad de superar crisis sociales colocando el ejercicio de la crítica más allá de la salvación o la condena. De trascender las discusiones en torno a los asuntos que son de interés común, por encima de las opiniones a través del simple gesto en redes sociales.

    El lamentable acontecimiento de la explosión del oleoducto en el estado Hidalgo y el robo indiscriminado de combustibles, la desaparición de los 43 alumnos en Ayotzinapa, la delincuencia organizada, los imparables homicidios, la pobreza extrema, los abusos de poder, así como otros tantos asuntos de tal magnitud y gravedad, debieran convocarnos tanto a sumar reflexiones y criterios de verdadero compromiso por el cambio social que se requiere, ubicando los esfuerzos necesarios y haciendo a un lado las ventajas políticas y deseos de fracaso. 

    De igual manera, revisar temas que podrían considerarse “menores” pero que forman parte del procesos de descomposición social que padecemos y que van desde el lenguaje soez que impera en muchos de nuestros jóvenes, la frivolidad de los “memes”, la deshonestidad como estilo de vida, la egolatría de una mirada orientada sólo a sí mismo y la consecuente individualización de las responsabilidades y obligaciones como escudo para no involucrarnos en la complejidad de la crisis social es el camino equivocado, porque ciertamente nos salva y a la vez nos condena.

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