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"OPINIÓN"

"Permeo"

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    lqteran@yahoo.com.mx


    No cabe duda, el País está inmerso en una revolución de las conciencias ciudadanas, en un cambio de mentalidad que se vive con motivo de la Cuarta Transformación. La aspiración más profunda de este nuevo paradigma no es otra sino la de abolir de raíz la corrupción, que logró establecerse en México con patente de corso, como si se tratara de una cosa normal, a ese extremo se llegó, no se puede creer, pero hay pruebas irrefutables que no dejan lugar a dudas de cuán profundo penetró ese cáncer social en el tejido social.

    Con los fideicomisos pasó lo mismo, se desviaban fondos del presupuesto con un alto nivel de discrecionalidad, beneficiando a personas y organizaciones sociales ligadas al poder, incluidas personas de la cultura, que desgraciadamente han abusado de estas nobles instituciones de forma patrimonialista. Todo esto fue el motivo del debate que se libró en el Congreso legislativo la semana pasada, sobre la desaparición de más de 100 fideicomisos, donde afloraron que existían intereses creados en quienes hicieron una defensa a ultranza en contra de su desaparición.

    La verdad es que había una rebatinga y manoseo en el manejo de esos fondos de los fideicomisos, en su mayor parte convertidos en cajas chicas, medianas y grandes para atender apetitos personales, discrecionales, saciar intereses por completo ajenos de los objetivos para los que fueron creados.

    En este como en otros asuntos más que se vayan transparentando iremos los mexicanos conociendo con detalle cómo operaban los feudos en los distintos campos del poder público, en donde se beneficiaban tanto políticos como personajes del poder privado; era una danza de miles de millones de pesos que circulaban con un aparente fin, pero que terminaban de manera distinta, desvirtuando su fin primogénito, con objetivos opuestos por completo para los que originalmente fueron creados, llegando a parar en manos completamente ajenas, que los usufructuaban como si fueran propios.

    Se ha dicho repetidamente que la corrupción era el mal mayor de la vida pública de México; y quienes lo han expresado estaban en lo cierto: no hay ninguna otra calamidad que contribuya tanto a destruir el desarrollo del País como la corrupción. Liberar a la nación de la corrupción es de una gran trascendencia y será algo sin paragón en la historia contemporánea si se logra eliminarla de la vida pública del País.

    Y eso es lo que estamos viviendo y hay que reconocerle al gobierno de la Cuarta Transformación, que ha emprendido un combate frontal contra la corrupción en una acción sin precedentes, algo inédito y de gran relevancia para la población.

    Y es que los fondos que se desviaban y se perdían por el barril sin fondo de la corrupción se destinarán ahora a garantizar la salud de los mexicanos, adquiriendo la vacuna contra el Covid-19 y lograr ganar la batalla contra la pandemia. También esos fondos se destinarán a completar hospitales, carreteras y obras sin terminar. Este País no está para despilfarrar, sino para usar su presupuesto racionalmente, para hacer una sociedad más justa e igualitaria.

    La lucha que actualmente se libra por combatir la desigualdad es otra hazaña de singular importancia. Tenemos que lograr una convivencia cotidiana más armónica en la sociedad, donde prevalezcan la igualdad y la fraternidad como reglas básicas; a partir de allí se van a producir otras circunstancias de sana convivencia, que restaurará, como en los viejos tiempos, la buena vecindad entre los integrantes de las comunidades; va a ser la fraternidad lo que va a prevalecer como punto de partida en las actividades humanas.

    Por eso el grueso de la población de México ve con entusiasmo las acciones del actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con certeza de que se construye un futuro mejor, que se consolida el plan de renovación nacional. El Gobierno y su pueblo con ahínco y sin pérdida de tiempo consolidan los nuevos tiempos que se viven y que están echando los cimientos de un México más justo y armónico.

    Los propósitos de los ciudadanos son posibles por el sendero de cambio que el País ha tomado, sin nada que pueda detener su rumbo democrático y las acciones que redundan en bien del pueblo.

     

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