La reducción de la pobreza, la lucha contra la corrupción e impunidad, la transparencia y rendición de cuentas son algunas de las premisas necesarias para consolidar un buen gobierno y una auténtica democracia. Sin embargo, las autoridades y líderes políticos no se distinguen por su cumplimiento; por el contrario, lo común es que se resistan a la transparencia y actúen con enormes dosis de discrecionalidad y autoritarismo.
La mayoría de los políticos no hace gala de mesura y austeridad. El derroche, despilfarro y dispendio en comilonas, publicidad y regalos es práctica común. El discurso continúa siendo tradicional y sustentado en ilusorias promesas de campaña en las que nunca se aterriza el cómo. Se habla del hartazgo de la gente contra el proceder de los malos políticos, pero todavía no se muestra la alternativa de los buenos.
Al reunirse con la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, el Papa Francisco insistió en que los jerarcas de la Iglesia también pueden actuar como los tradicionales políticos, por lo que los exhortó a vivir la pobreza evangélica y la transparencia.
“Sin pobreza no hay celo apostólico, no hay vida de servicio a los otros. Es una preocupación que respecta al dinero y la transparencia. En realidad, quien cree no puede hablar de pobreza y vivir como un faraón… Es un testimonio contrario hablar de pobreza y conducir una vida de lujo; es muy escandaloso tratar el dinero sin transparencia y gestionar los bienes de la Iglesia como si fueran bienes personales”.
Bergoglio recalcó que los obispos deben ser ejemplo de los demás. “Tenemos el deber de gestionar de manera ejemplar, a través de reglas claras y comunes, aquello de lo cual rendiremos cuentas un día al dueño de la viña”.
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