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"Observatorio"

"¿Por qué bajan homicidios en Sinaloa? Violencia, narcotráfico y gobernadores"

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OBSERVATORIO

    alexsicairos@hotmail.com

      

    Hacía bastante tiempo, al menos una década, que Sinaloa no registraba un descenso real en la incidencia de homicidios dolosos, que de 68.86 víctimas por cada 100 mil habitantes en 2011 se redujo en 2018 a 37.6 casos por la misma proporción poblacional, mientras que en 2019 presenta una caída sostenida en el primer trimestre. Ese logro, que todavía no da elementos consistentes para el triunfalismo plantea un enigma más complicado: ¿a qué se debe tal desaceleración de la violencia? 

    Se dice que Sinaloa vive un proceso hacia la pacificación y ello contiene un buen deseo que ahora resulta precipitado darlo por hecho. Hay avances, sí, que requieren de mayor tiempo de estabilización para establecer conjeturas optimistas. Darles una repasada a los indicadores de las dos décadas recientes ayuda a moderar las visiones alegres. 

    Como referencia, y tal vez como punto de partida, en 1998, al inicio del sexenio de Juan Millán Lizárraga, se presentó el promedio de 39.3 homicidios dolosos por mes, con un total de 472 anual, la cifra más baja reportada en 20 años de estadísticas y que es la más cercana a lo reportado en 2018, el segundo año del gobierno de Quirino Ordaz Coppel, que sumó mil 123 asesinatos con armas de fuego, resultando 93.5 delitos de este tipo por mes. 

    Lo que ocurre en el tiempo actual da para el estudio profundo de los ciclos de la inseguridad pública que periódicamente muestran comportamientos pendulares determinados por situaciones internas o interactivas de las células criminales, que pactan, pausan o agudizan las confrontaciones crueles que inciden en las crestas de miedo y los sedimentos de paz. 

    Un caso muy determinante de las fluctuaciones en hechos violentos de alto impacto se tiene en el gobierno de Jesús Aguilar Padilla que, como antecedente, registra el cierre del período millanista con un promedio de 35.5 homicidios dolosos por mes y 427 en total durante 2004. Ese año, no se olvide, se rompió la relación tersa entre gobierno local y narcotráfico con el asesinato de Rodolfo Carrillo Fuentes en la plaza Cinépolis de Culiacán, cuando era custodiado por un comandante de la Policía Ministerial. 

    Durante el cuatrienio inicial del periodo de mando de Aguilar Padilla la violencia registró el comportamiento estabilizado en los niveles en que los dejó Millán, pero en 2009 se dio la más alta ocurrencia de homicidios dolosos con el choque entre los hermanos Beltrán Leyva y los líderes tradicionales del cártel de Sinaloa, Ismael Zambada y Joaquín Guzmán, que aceleró el marcador de la muerte con mil 73 asesinatos con armas de fuego ese año, 89.4 por mes, rompiendo todas las barreras de incidencia. 

    Con Mario López Valdez la estadística ya no bajó de los mil asesinatos por año. Con mil 906 en 2011, mil 468 en 2012, mil 208 en 2013, 986 en 2014, 999 en 2015 y mil 162 en 2016, rompió las barreras violentas establecidas durante los dos sexenios anteriores al prolongarse durante el malovato la guerra cruenta por la disputa del territorio sinaloense para el trasiego de drogas.

    Actualmente, con Quirino Ordaz Coppel, se recibió en 2017 la herencia maldita de la narcopolítica, agudizada por la colisión intramuros del grupo compacto del cártel de Sinaloa. Con mil 565 homicidios dolosos el primer año de gobierno y el terror extendido por el pleito entre los Dámaso López padre y júnior contra los hijos de “El Chapo” Guzmán, continuó la era de ingobernabilidad reinante desde 2009 con Jesús Aguilar. 

    En 2018 la administración estatal de Ordaz Coppel presenta el tenue fortalecimiento de la seguridad pública. Con la llegada de fuerzas militares para realizar acciones en las que las policías locales se ven rebasadas por la delincuencia se logra reducir a mil 223 homicidios dolosos pero es el año en curso, 2019, el que plantea tres meses de baja consistente en los crímenes: 81 asesinatos con armas de fuego en enero, 66 en febrero y 56 en marzo, así como un lapso inédito de 10 días con cero muertes violentas en Culiacán, alientan la hipótesis del proceso de construcción de paz. 

    Resulta aventurado decidir a qué es atribuible la baja de delitos de alto impacto en Sinaloa. El despliegue de la Policía Militar, las acciones contra la delincuencia ordenadas por el Presidente Andrés Manuel López Obrador o su propuesta de amnistía a cambio de la pacificación, el encarcelamiento y juicio contra Joaquín Guzmán Loera, los reacomodos en el cártel de Sinaloa y el probable replanteamiento táctico de la delincuencia organizada podrían ser, cada una o en conjunto, las causas del lapso de menor beligerancia. Pero nadie sabemos a ciencia cierta qué se agazapa detrás de la atmósfera que por apacible y atípica inspira desconfianza.

     

    Reverso

    No ondees las banderas de paz,

    O los pendones beligerantes;

    Ni te creas seguro sin antes,

    Asegurarte que no es fugaz.

     

    Demoliendo instituciones

    En el reciente Tianguis Turístico de Acapulco 2019 los empresarios de la llamada industria sin chimeneas casi le imploraron al Presidente Andrés Manuel López Obrador que continuara operando el Consejo de Promoción Turística y ayer la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión le dio cuello a esa instancia que promovía a México ante el mundo como un lugar atractivo para los visitantes. El problema no es que tumben a patadas lo que existe; la bronca está en no crear las instituciones alternativas.

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