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"Ágora"

"Prevención social, el sentido de la cultura"

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    (Invitados mañana jueves a las 18:00 hrs., en el Museo de Arte de Sinaloa, a la conferencia “El conflicto independentista en Cataluña”, a cargo del Dr. Jordi Canal, historiador y académico de la Escuela de Altos Estudios de París, generoso amigo de los congresos internacionales organizados por nuestra querida Facultad de Historia).
     
    El periodista Alejandro Sicairos publicó recientemente un artículo titulado “Cultura, antídoto urgente. Menos armas y más artes”, en el cual, después de señalar la disparidad entre los presupuestos asignados a seguridad pública y a cultura, pregunta: “¿No sería mejor que mientras el Ejército y la federación libran su batalla contra el crimen, el Gobierno estatal le metiera más dinero a cultura, educación y ciencias?”. 
     
    Sin duda, esto se relaciona con la ausencia de centralidad del tema de la cultura en las mentes de nuestros tomadores de decisiones. Pero tiene que ver también con la propia concepción que del quehacer público cultural tienen los responsables de las áreas de cultura en los niveles federal, estatal y municipal. 
     
    En esta idea, tal y como lo sugieren varias experiencias en el País (algunas de ellas pueden revisarse en el libro coordinado por Lucina Jiménez, “Arte para la convivencia y educación para la paz”, y en “Cultura de paz, palabra y memoria”, ambos editados por el Fondo de Cultura Económica), se requiere ir más allá de los programas convencionales que insisten en la realización de festivales de esto y aquello o en la subordinación de la política económica a imperativos de orden político, económico o estrictamente estéticos (las grandes exposiciones, los grandes montajes escénicos, los grandes autores).
     
    Desde hace rato, hay por lo menos tres realidades emergentes que no han sido asumidas ni en el ámbito federal, ni en el estatal o el municipal: el deterioro de la vida social en las ciudades y el medio rural, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que están ya cambiando nuestros hábitos de percepción, y la globalización y la interdependencia (con sus contrapartes en el resurgimiento de la xenofobia, los particularismos nacionalistas y los racismos exacerbados que asoman su rostro funesto en nuestros días). 
     
    Por otra parte, hay que decir que no es sólo que no se destine el recurso necesario a las tareas de la cultura (cosa que es cierta). También ocurre que no hay racionalidad en su asignación ni sentido estratégico en su ejercicio. ¿Quién no sabe que los diputados federales etiquetan cuantiosas sumas para este y otros renglones con criterios clientelares? ¿Quién no sabe que los institutos y las secretarías, empezando por la Secretaría federal, aplican los dineros en lo espectacular y deslumbrante antes que en lo discreto y necesario?
     
    Quizá por eso mismo, los programas de prevención social del delito han sido un estrepitoso fracaso. Los criterios con que se han seleccionado demarcaciones para la intervención, como se dice, con “prevención en lugar de punición”, han sido poco claros; las acciones emprendidas son abigarradas y difíciles (si no imposibles) de evaluar. Cuando se les contrasta con la recurrencia de delitos, los datos indican que los miles de millones de pesos invertidos no han tenido resultados alentadores. Tal es el caso del Programa Nacional de Prevención del Delito (PRONAPRED), lanzado por el Gobierno federal desde 2013 (puede consultarse el estudio de José Merino y Carolina Torreblanca, “Dinero gastado en PRONAPRED: 10 mil millones de pesos. Relación con cambio en violencia: nula”, Blog de datos, edición digital de la revista Nexos, 13 de febrero de 2017).
     
    Antes que gastar dinero en este o aquel torneo deportivo, en este o aquel festivalito o festivalote, en esta o aquella jornada asistencial, debería pensarse en estrategias de intervención que construyan otra memoria, que pongan ante nosotros espejos que devuelvan una imagen más estimulante, ubicando el (los) conflicto(s) para gestionarlo(s) desde prácticas propiciatorias del diálogo, la inclusión, el autorreconocimiento y el reconocimiento del otro.  De eso se trata.
     
     

    @RonaldoGonVa

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