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"Opinión"

"Propuestas absurdas"

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23/05/2018

    Carlos Elizondo Mayer-Serra

    En el debate del domingo, en casi todos los temas la posición dominante de los candidatos fue absurda. Sólo Meade fue por momentos más analítico. No me referiré a las propuestas del Bronco, por disparatadas. Tampoco a los ataques entre los candidatos, aunque fue lo más entretenido, ni a la recurrente treta de AMLO de sólo contestar lo que le da la gana.
     
    A la pregunta de cómo enfrentar a Trump, la respuesta fue simplona: exigirían ser respetados. AMLO lo lograría porque, dice, tendrá credibilidad moral por ser honesto. Anaya, simplemente porque sí. Ambos usarían a la ONU y a otros organismos multilaterales para protestar por los atropellos de Trump. 
     
    No parecen darse cuenta de que Trump no respeta ni a su esposa. Lo suyo es maximizar su ego y alimentar a su votante más leal, por lo que pegarle a México es muy rentable. Los organismos multilaterales le importan un bledo; los quiere debilitar lo más posible. No ha cometido más atropellos contra México porque enfrenta las restricciones de la realidad económica y política de su país, como los intereses de los empresarios que se verían afectados por una ruptura del TLCAN y de los gobernadores de los estados que más comercian con México. Dada su debilidad por el halago, en lugar de enfrentarlo directamente, los jefes de Estado más exitosos en su relación con Trump han sido los que han sabido inflar su ego. 
     
    Quien no entienda esto, terminará sin interlocución y será objeto recurrente de sus insultantes tuits. Responderlos con la misma vara sería muy popular. Ir duro contra el imperialismo le dio larga vida al régimen cubano de los Castro, pero sería desastroso para los intereses del país. Con Trump hay que tener mucha paciencia y claridad respecto a qué se debe defender y qué no. El Gobierno de Peña ha entendido esto.
     
    Si queremos negociar con todas las cartas sobre la mesa, como propuso Anaya, en particular con la amenaza de dejar de cooperar en materia de seguridad, debemos tener una frontera sur sellada, un país con violencia a la baja, y capacidad de nuestras agencias de seguridad para decidir qué tipo de colaboración queremos. De lo contrario, es una amenaza hueca. Dependemos tanto o más de su colaboración en seguridad que ellos de nosotros. 
     
    Por ello nuestra posición sería aún más débil si, como propusieron AMLO y Anaya, abriéramos la frontera sur. La idea de que ganaríamos legitimidad con Estados Unidos, como lo expresó Anaya, tratando a los migrantes centroamericanos como queremos que traten a los nuestros en Estados Unidos, es ingenua en dos sentidos: a Trump le tiene sin cuidado actuar correctamente y, dada la debilidad del Estado frente al crimen, no hay forma de evitar abusos recurrentes, tanto del crimen como de las propias policías. Además, si los centroamericanos entraran sin restricción y se agolparan en la frontera, tendríamos un gran problema, dado que Estados Unidos reaccionaría cerrándola lo más posible. Estos centroamericanos atorados en México terminarían creando un problema social serio. El único sensato en este tema fue Meade, quien recordó que entre los centroamericanos hay criminales cuya entrada a México hay que frenar.
     
    La propuesta más absurda de todas fue la de AMLO respecto a cómo enfrentar la inseguridad. En sus palabras: “la violencia no se ataca con violencia”. ¿Con abrazos pretende enfrentar a las bandas que secuestran, trafican mujeres y niñas, descarrilan trenes, roban gasolina, extorsionan, matan y comercian heroína? 
     
    AMLO y Anaya coincidieron en otra tontería: subir los salarios por decreto. Vimos una suerte de competencia por ver quién prometía un salario mínimo mayor. El absurdo mayor lo alcanzó AMLO cuando afirmó que está de acuerdo con que en la renegociación del TLCAN se ponga una cláusula de salarios altos, como la que quiere el gobierno de Trump. 
     
    No entiende que el objetivo de esta cláusula es destruir nuestra industria automotriz. Que no somos competitivos gracias a nuestros bajos salarios es una frase muy popular entre las buenas conciencias. Sin embargo, ¿por qué otra razón seríamos competitivos hoy? ¿Por la seguridad pública que ofrece nuestro gobierno? ¿Por el sólido Estado de Derecho que facilita hacer negocios? ¿Por la alta competencia y probada honestidad de nuestros gobernantes, capaces de darnos servicios públicos de calidad? 
     
    Un país competitivo en esos rubros es el que debemos intentar construir. De ser exitosos, tendremos más inversión y por lo tanto salarios más altos. No lo tenemos aún, por lo que nuestras tres principales ventajas competitivas son nuestra frontera con Estados Unidos, los bajos salarios de una mano de obra calificada y dispuesta a trabajar, y una red de tratados de libre comercio.
     
    Me temo, sin embargo, que las propuestas presentadas son populares. AMLO ha puesto la agenda y Anaya quiere una parte de su electorado. El votante no tiene tiempo para analizar a detalle las implicaciones de las promesas de un político en campaña. Las consecuencias de estas promesas llegarán después.
     
    @carloselizondom 
     

    Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey

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