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"Desde la Calle"

"Que no nos maten la alegría"

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DESDE LA CALLE

    Según la última encuesta de percepción de la inseguridad que realiza el Inegi (ENVIPE) la mitad de los sinaloenses considera las calles y los lugares públicos como sitios inseguros, y casi un cuarto ha dejado de realizar actividades al aire libre. Las plazas, parques y demás escenarios de encuentro tienden a ser reemplazados por espacios de convivencia privados que se considera son más seguros. El miedo está limitando la manera como experimentamos la ciudad.
     
    La preferencia de los espacios privados sobre los públicos limita la inclusión; las plazas donde se reunían ancianos y jóvenes, oficinistas, amas de casa, madres y padres que paseaban a los niños, empleadas domésticas, vendedores y estudiantes tienden a ser superadas por el centro comercial, clubes, reuniones privadas y otros sitios selectivos que por su naturaleza no propician la pluralidad. 
     
    La risa y el juego colectivo en el espacio público tienen una función social muy importante; nos ayuda a identificarnos unos con otros, a reconocernos, y también posibilita compartir experiencias comunes y liberar estrés. La cultura popular llevada a las plazas y ágoras además de que permite la expresión y socialización de valores compartidos, lleva alegría y desahogo. Inducir el juego, la convivencia y la alegría en lugares públicos en Sinaloa son ahora actos reivindicativos de nuestros derechos a disfrutar de la calle. 
     
    Celso, el payaso Chechín, sabía de la importancia del juego y la risa en la construcción de paz. Esto me lo mostró desde la década de los noventas, cuando iniciamos una gira por diferentes localidades en el estado. Nuestra misión era llevar un espectáculo de payasos niños como parte de las actividades del Festival Cultural Sinaloa. Entonces, yo tenía 10 años, y con mucha emoción bajé del autobús caracterizada como payasa en algún lugar serrano en Sinaloa de Leyva, pero no tuve el recibimiento que esperaba; un grupo de pequeños se acercó a la plaza y comenzó a agredirme. Me dijeron palabras tan obscenas que tuve que salir corriendo de regreso al autobús y ya no quería bajar. Pero Celso lo tenía muy claro, subió hasta donde yo estaba, tomó el asiento de enseguida, y me explicó con mucha dulzura: “Madrecita, esta es la razón por la que venimos hasta acá. Todos los niños y los adultos necesitan alegría. Venimos a traer más que cultura, y también a aprender”.
     
    Ese día el show continuó. Pronto la plaza se llenó de personas, algunos venían incluso de comunidades alejadas, traían niños pequeños, y también mascotas. Había funcionarios sentados hasta adelante, y otros pequeños en bicicleta desafiaban el orden con sus vueltas entre las sillas, para luego quedarse quietos en las esquinas. Al final, todos los niños payasos cantamos lo que Chechín nos había enseñado: “La esperanza está en ti, está en nosotros, está en los niños...”
     
    Esta semana apareció en los diarios la trágica noticia de que el payaso Chechín había sido víctima de la violencia homicida, y quiero compartir con los lectores mi profunda tristeza. Mis recuerdos de infancia están con él, y mi solidaridad con su familia. 
     
    Descanse en paz Celso; que continúe el juego y que no nos maten la alegría.
     

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