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"Editorial"

"Racismo"

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16/08/2018

    Editorial

    Cuando las noticias de lo que pasa en Estados Unidos con los migrantes que no tienen documentos, generalmente ocasiona reacciones de enojo, de indignación y de reproche por lo que les hacen a los paisanos. Cuando una acción similar se reproduce en suelo de México, contra migrantes de Centroamérica, llega el silencio.
     
    El racismo en Estados Unidos enoja e indigna. El que se ejerce en México, no solo contra extranjeros sino entre los mismos mexicanos, provoca mirar hacia otro lado.
     
    El racismo estadounidense contra mexicanos y otros latinos reclama desde este lado de la frontera acciones inmediatas para exigir respeto. Del lado mexicano, el racismo ejercido solo encuentra silencio.
     
    Así ha pasado con un paisano que viajaba de “trampa” junto con migrantes centroamericanos en el tren carguero, en el que fue agredido a pedradas (sí, con piedras) a su paso por Nayarit y llegó sin vida cuando el tren se detuvo en Mazatlán.
     
    Muchos de los migrantes de Centroamérica, como pasa con México, huyen de su País porque no han podido tener mejores condiciones de vida: el salario que reciben es insuficiente, no hay existen los empleos necesarios y encima, tampoco se tienen condiciones de seguridad.
     
    Y se aventuran a llegar a la frontera con Estados Unidos con la intención de llegar a territorio estadounidense para buscar formas que les permita mejorar sus condiciones de vida, para él y para los suyos.
     
    En su paso por México, no les ha tocado vivir sus mejores experiencias: viajan a la intemperie, sin mayor seguridad que la de un tren en marcha, y sin la certeza de que el camino tomado sea el que los lleve al destino que buscan.
     
    Y además, deben convivir a su paso con el racismo y con la violencia y con la delincuencia y con la extorsión, y también con sus sueños.
     
    Ante este panorama, México debe ofrecer lo que exige en el extranjero: el respeto para los migrantes y que el paso por el País sea seguro, sin la discriminación que hoy prevalece.
     
    Y la sociedad, debe empezar a sumarse a acciones como las que ya se emprenden en Sinaloa, como en Mazatlán y Culiacán, con organizaciones dispuestas a darles la mano.
     
     

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