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"OPINIÓN"

"Religiones por la inclusión"

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10/09/2019

    Roberto Blancarte

    La enorme mayoría de las Iglesias en el país no se sienten representadas por quien el Presidente López Obrador ha decidido que es el interlocutor de las agrupaciones religiosas ante su gobierno. Ya desde hace algunos meses, muchos liderazgos evangélicos así lo manifestaron, pues, como es bien sabido, el mundo protestante y evangélico está compuesto por un mosaico enorme de Iglesias que tienen diversas formas de concebir su labor en esta tierra. Impera en ellas, además, la idea de que todos los creyentes establecen una relación directa con Dios, con la única ayuda de las Sagradas Escrituras y su libre conciencia.

    El protestantismo introdujo lo que se da en llamar el ministerio o sacerdocio universal, es decir que, en teoría, todos los creyentes son capaces y responsables de conocer la palabra de Dios y por lo tanto de interpretarla y vivirla a partir de esa relación directa.

    No hay un Papa protestante ni un líder máximo de las Iglesias evangélicas, aunque así lo hayan querido presentar algunos de sus dirigentes. Mucho menos pueden asumirse estos líderes como sus representantes políticos, o prometer votos clientelares.

    Supongo que esa es parte de la razón que anima a la Organización “Religiones por la Inclusión” (La Jornada, 9 de septiembre), en la que participan representantes de judíos, evangélicos, musulmanes, anglicanos y miembros de muchas otras confesiones religiosas.

    Se reunieron recientemente con la titular de la Secretaría de Gobernación, para solicitarle, según la nota periodística, no concesiones de radio y televisión o derechos políticos para los ministros de culto, sino “respeto al Estado laico”, así como la participación de las religiones en la construcción de la paz.

    La nota periodística recalca que uno de los temas tratados, según afirmó el pastor anglicano Arturo Carrasco, fue el de la laicidad: “Todos los participantes de las diferentes religiones, sin excepción, hablamos a favor de la separación entre éstas y el Estado. No hubo una que no lo mencionara”, habría señalado el pastor.

    Lo cual nos habla de una cultura laica, incluso presente en las Iglesias en México, que no puede borrarse de un plumazo, así sea por la voluntad de un líder político o del dirigente de una agrupación religiosa. Por lo mismo, el diálogo con los creyentes no puede ser dirigido ni manipulado.

    Y si bien es cierto que muchas Iglesias quieren participar en la pacificación del país y en la reconstrucción del tejido social, también saben que la mejor manera de hacerlo es desde su propia esfera; no mezclando actividades religiosas con políticas o interfiriendo en áreas que le corresponden a la función pública. Saben, como sabemos muchos, que no hay peor cosa para las propias libertades de religión, de conciencia y de convicciones éticas (entre otras muchas), que un pastor coludido con el gobierno o un político o funcionario asumiendo características y capacidades de un líder religioso.

    Eso es algo que terminando afectando libertades y derechos, sobre todo las de aquellos (creyentes o no) que no comparten las creencias de esos liderazgos y sus arreglos cupulares.


    roberto.blancarte@milenio.com

     

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