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"ÁGORA"

"Sinaloa: los partidos, la agenda y la inclusión"

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    En una nota del lunes pasado, publicada en este diario, el periodista José Alfredo Beltrán informa que solamente cuatro de cada 10 sinaloenses se identifican con un partido político. La encuesta publicada por Noroeste establece que 40.7 por ciento de la ciudadanía refiere no sólo una falta de identidad, sino un rechazo a las organizaciones partidistas. Varias son las causas de este desencanto con la política convencional, los políticos, los partidos, sus procesos, campañas, candidatos y elecciones.

     

    En primer lugar, creo que en Sinaloa, como en México y buena parte del mundo, hay lo que pudiéramos llamar un problema de inclusión. Este no es un asunto menor: la gente no vive la ciudadanía como una realidad que le haga sentirse incluida, tomada en cuenta en las decisiones públicas y adscrita a espacios que le permitan una realización relativamente satisfactoria. En este sentido, ciertamente, el voto no basta para dar por sentada la inclusión política.

     

    De inicio, esto tiene que ver con la exclusión realmente vivida en el terreno de la economía, esto es, en su vida diaria, pues la desigualdad flagrante se mantiene sin grandes cambios en el país. La información dada a conocer en agosto por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), señala que casi un 43.6 por ciento de la población vive todavía en condiciones de pobreza. Y aunque Sinaloa es, de acuerdo con los datos del mismo organismo, la entidad que mayor reducción tuvo en sus porcentajes en esta materia, pasando de un 39.4 por ciento en 2014 a un 30.8 por ciento en 2016 (los datos en  http://bit.ly/2WR6WZ5), lo cierto es que estas cifras no se corresponden con un crecimiento económico altamente errático, característico de una estructura productiva con importante base en el sector agropecuario y la pesca. De esta manera, a pesar de que del 2003 al 2015 el crecimiento anual del PIB fue prácticamente igual a la media nacional (un 2.7 por ciento local y un 2.6 por ciento nacional), la inversión productiva se ha concentrado en negocios que no generan mayor valor agregado, tal es el caso de productos agrícolas como el maíz o actividades poco complejas y sin encadenamiento de valor como el sector terciario estrictamente comercial (se puede ver en línea el trabajo “¿Por qué el crecimiento económico de Sinaloa no impacta en el nivel de ingresos de la población en esta entidad?”, codesin.mx/news/crecimiento-economico-sinaloa-no-impacta-nivel-ingresos-la-poblacion-esta-entidad/).

     

    Una segunda causa de este sentimiento de exclusión de la política es, sin duda, la ausencia de una agenda pública que organice voluntades sociales en un sentido o en otro. Ni los organismos sociales, ni el gobierno ni los partidos políticos muestran un interés más que esporádico por concitar atención en torno a los grandes temas del país y la región. Y aquí va incluida la propia economía, pero también la política, los servicios públicos, la educación, el equipamiento urbano, el deterioro ambiental, las agendas de género y de orientación sexual, entre otras.

     

    Una cosa debe estar clara por lo pronto: las identidades políticas, o más estrictamente partidistas, no pasan ya, no por lo menos de forma definitiva, por las ideologías. Conciernen a ese conglomerado de realidades, de horizontes y oportunidades que para autores como Amartya Sen  permiten gozar de una decorosa calidad de vida.

     

    Entraré en los pormenores de este déficit de la política y los partidos en Sinaloa en la próxima entrega de esta Ágora.

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