"Un auténtico intelectual"

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Twitter: Aless_SaLo

Últimamente me ha costado mucho trabajo encontrar un buen tema sobre el cual escribir. Y es aún peor, considerando que cada minuto hay una nueva noticia, por lo que no debería resultar difícil hallar inspiración. Pero lo ha sido, y en la carrera que escogí sentir que no tienes nada que decir es un gran problema.

Se supone que los periodistas tienen una opinión sobre todo. Se supone que siempre saben lo que está pasando en todas partes y conocen varias perspectivas sobre una misma situación. Me gusta pensar que las opiniones de todos son valiosas y que contribuyen a algo, aunque a en ocasiones nazcan en medio de la ignorancia y la estupidez. Sin embargo, últimamente siento que carezco de la motivación necesaria para decir lo que pienso. Creo que en parte se debe a que ya no encuentro las discusiones tan vigorizantes como solía hacerlo. Era la clase de persona que genuinamente disfrutaba de participar en argumentos en foros en línea y redes sociales. Me parecía que al escribir en ellos plantaba la semilla para que otras personas comprendieran mi forma de ver las cosas, y al mismo tiempo yo podía intentar entender la suya. Pero desde hace unas semanas esa clase de actividades me deprimen un poco. Odio cuando la gente confunde lo que es un discurso de odio y la libertad de expresión. El que nos podamos esconder detrás del relativo anonimato que ofrecen nuestras pantallas no es ni excusa ni justificación para lanzar mensajes racistas, sexistas, homofóbicos, antisemitas, clasistas, misóginos, y honestamente retrogradas. No contribuyen a nada. Y con toda franqueza puedo decir que aunque no estén dirigidos a uno en específico, la gran mayoría del tiempo hacen mucho daño.

Puede llegar a ser agotador tener una discusión de provecho con personas que no piensan como uno. Y aunque creo que estar dispuestos a escuchar aquellas voces que chocan con la propia es valioso e indispensable para tener la posibilidad de co-existir en paz, me parece que he llegado a un punto en el que no estoy segura de tener la energía para hacerlo.

No sé si vale la pena conversar con individuos aferrados a ideas de hace siglos y ciegos a la visión del futuro. No sé si debería invertir mi tiempo en salir con personas que rechazan mis ideales y probablemente también se burlen de ellos. Son adultos; son conscientes; son capaces, no tendría por qué estarlos educando en estas cuestiones que a mi parecer, son indispensables para la humanidad. ¿O no?

Ahora les presento el dilema: eventualmente, cuando sea mayor y tenga más experiencia en general, me gustaría poder calificarme a mí misma como un intelectual. No un académico, si no un intelectual. Una persona con verdadero amor e interés hacia la inteligencia, no importa en qué paquete venga. Y un auténtico intelectual no es una persona que grita lo que piensa y fuerza a otros a tragarse sus opiniones. Es una persona que está dispuesta a absorber; que escucha argumentos y los trata con hechos, lógica y referencias históricas y culturales. Y sobre todo, es una persona que trata a sus adversarios con cortesía y respeto, aunque no se lo hayan ganado. 

Si esto es algo con lo que te identificas, o con lo que te gustaría identificarte, te invito a aunque no siempre parezca que vale la pena, expreses tu sentir. Siempre habrá gente que no esté de acuerdo contigo. Y eso es algo bueno (creo). Nadie aprendió nada nunca al solo rodearse con personas que alababan todo lo que salía de su boca y no lo desafiaban a ver más allá.

“¿Un intelectual? Sí. Y nunca lo niegues. Un intelectual es una persona cuya mente se observa a sí misma. Y me gusta eso porque estoy feliz de ser las dos mitades; el observante y el observado. ‘¿Y pueden unirse las dos partes?’ Esta es una pregunta práctica. Debemos llegar al fondo de ella. (Decir) ‘desprecio a la inteligencia’ realmente significa: ‘no tolero mis propias dudas’”. Albert Camus.