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"Opinión"

"Un llamado a la concordia y reconciliación"

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    pabloayala2070@gmail.com

    A quienes defienden la armonía y el bienestar social

    Era cuestión de tiempo. La declaración de Pedro Salmerón Sanginés, ex director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, es un nítido reflejo de la animadversión que cada mañana enciende el Presidente de la República desde su púlpito mañanero.

    Su declaración fue un tropiezo muy torpe. Llamar “comando de valientes jóvenes” a quienes privaron de la vida a Eugenio Garza Sada, además de excesivo, resultó ser un desatino grotesco porque don Eugenio no era el enemigo a vencer.

    En su breve recuento vertebrado desde la lógica de la amnesia selectiva, Salmerón descuidó un hecho irrefutable: Eugenio Garza Sada, durante muchos años, también fue víctima de una política represiva que de muchas maneras buscó desempoderar al empresariado mexicano y, muy particularmente, a ese que hacía funciones sociales que el gobierno era incapaz de asumir.

    Esta vez fue Salmerón, pero mañana será otro funcionario quien se muestre incapaz de manejar sus filias y fobias, porque un discurso presidencial que desata tantos demonios alienta la ira, fomenta la división, mantiene al rojo vivo la hoguera del resentimiento, contradice los valores que cimientan una república amorosa y, por si no fuera suficiente, obstaculiza la función del conjunto de instituciones llamadas a renovar moralmente a México. Me explico.

    El pasado mes de julio, Paco Ignacio Taibo II, Director del Fondo de Cultura Económica, tronó contra “Morena” al afirmar que “se ha convertido cada vez más en un partido blandengue, burocrático, electoralista, perdió su esencia social, hombre. Se volvió un partido de buscachambas, de ascenso de la pirámide; no su base, sorprendentemente, la base de Morena sigue siendo de izquierda, pero todas sus estructuras de mando han llegado al grado de tener una dirección que parece de la Lotería Nacional y no de un partido político”.

    El autor del furioso fuego amigo, asombrosamente, no fue quemado en la pira de las “mañaneras” ni acusado de conservador, “fifí”, neoliberal, corrupto o adversario de la 4T. La reprimenda dada a Paco Ignacio fue la misma que dan los abuelos mimadores cuando llaman la atención a uno de sus nietos consentidos.

    Más allá de las preferencias personales, lo que resulta claro, como lo dije en otro espacio y momento, es que “el Presidente no sumará más simpatizantes si continúa llamando ‘conservador’, ‘neolibera’, ‘adversario’ o ‘fifí’ a quienes no piensen como él. Por el contrario, reforzará en ellos dicha idea y los mantendrá prestos a devolver la estocada. [...] [Porque] el uso excesivo de binomios antagónicos como bueno-malo, progre-retro, corrupto-honesto, conmigo-contra mí o nosotros-ustedes, además de fragmentar nuestra naturaleza humana, espesa el caldo de cultivo para el odio y la animadversión, minando, a la vez, nuestro, ya de por sí, raquítico espíritu cívico”.

    El lamentable comentario de Pedro Salmerón, además de ser un coletazo del ánimo enconado desatado en “las mañaneras”, de una u otra manera puso en cuestión su objetividad como investigador porque no son pocos los que a partir de hoy miran con cierta suspicacia sus escritos. ¿Podemos estar seguros que el Juárez y el Villa retratados en sus textos no son el producto de la imaginación torcida de esos que él acusa de “falsificadores de la historia”?

    Por lo infértil del afán, ciertamente no es mi interés entrar a este terreno (más aún viendo el contenido de sus últimos mensajes en las redes), pero lo que sí me interesa destacar, incluso solicitar a Felipe Arturo Ávila Espinosa, desde ayer nuevo director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, es que en el rescate que el Instituto está haciendo de los aportes y obras de mujeres y hombres que aún no han sido suficientemente reconocidos, se realice una investigación amplia y exhaustiva del trabajo de Eugenio Garza Sada, ya que él desde su trinchera empresarial encabezó una revolución social digna de reconocerse y repetirse al ser un ejemplo destacado de lo que un ciudadano valiente es capaz de hacer por su comunidad y su país.

    Dada su investidura, Ávila Espinosa podría corregir el lamentable desliz de su antecesor, visibilizando la magnitud de la obra social de Eugenio Garza Sada, así como las muchas dificultades que tuvo que sortear para hacer realidad las aspiraciones humanísticas de la economía social que en su tiempo encabezó, y que a la fecha continuamos echando en falta.
    A la “red de seguridad social” que se materializó en casas para las familias de sus empleados, escuelas públicas, clínicas, servicios de despensa, canchas deportivas y espacios recreativos, se sumaron causas como “sembradores de amistad”, la “liga de contribuyentes” y otras que permanecieron en el anonimato por ser el reflejo del carácter de su creador.

    Esta trayectoria, propia de un empresario comprometido con la creación de valor compartido, es un hito en nuestra historia reciente que el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México debe recuperar, relatar y difundir para que sirva de guía al empresariado que el Presidente de la República considera como aliados legítimos de la 4T.
    Lo digo muy en serio. Si de historias con valor se trata, el Instituto debería publicar esta que emerge a partir de la segunda mitad del Siglo 20, donde se narren los pormenores del quehacer de un hombre que vivió y murió promoviendo el capitalismo social.

    Dicha publicación, además de ser el abecé de la historia de la Responsabilidad Social Corporativa en México, podría representar un decidido llamado a la concordia y reconciliación que tanto necesitamos.

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