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"LA VIDA DE ACUERDO A MÍ"

"‘Ustedes simplemente odian a los pobres’"

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    alessandra_santamaria@hotmail.com

    @Aless_SaLo

     

    Temo decir que me equivoqué. Tan solo la semana pasada escribía que la crisis del huachicoleo en México no llegaría a mayores, y que como siempre, todo estaría “bien”. La vida, el karma, el destino o hasta Dios, quisieron enseñarme darme una lección, y ahora me enfrento a la dura realidad de 89 personas fallecidas y decenas de heridos como consecuencia de una explosión provocada por el robo de combustible.

     

    “No nos vamos a olvidar de esta tragedia” dijo el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Yo tampoco lo haré, porque por primera vez en un par de años confié en mi experiencia (aunque sea limitada) e intuición (que casi es de bruja, creo yo) e hice una predicción que terminó por escupirme en la cara.

     

    Francamente, no estoy segura de qué me inspiró a asegurar que la situación no se saldría de control. Probablemente fue que era el tema del momento y como estudiante de periodismo, consideré que tenía que tener una opinión al respecto, y debido a los hechos recientes, vaya que la tengo.

     

    Una vez más, estoy decepcionada de mis hermanos mexicanos. Las reacciones que abundan ante este horrible accidente son desagradables. Personas que festejan el hecho que casi nueve decenas de humanos hayan muerto calcinados porque estaban robando. Personas que se alegran de que el resto de los involucrados esté grave y tenga que posiblemente enfrentarse a un futuro lleno de cuentas médicas e intenso dolor físico, así como trauma emocional.

     

    No sé los nombres de las víctimas. No podría afirmar exactamente qué los orilló a perforar un ducto y a robar el combustible. No estoy diciendo que haya estado bien. Pero si se pusieron a sí mismos en una situación tan peligrosa, casi podría jurar que tenían necesidad. Que pasaban hambre, que tenían trabajos mal pagados y familias en las que pensar. Una persona con una vida decente no sale corriendo para llenar botes con crudo para luego revender. Y sí, los huachicoleros podrán ser criminales, pero también son personas. Personas que murieron calcinadas. ¿Pueden imaginar ustedes ese dolor? Y ni siquiera ante ello son capaces los mexicanos de poner de lado el clasismo que desde la infancia han aprendido.

     

    Algunos críticos podrían decir que solo están defendiendo la legalidad; lo que dice el Estado, lo que está bien. “No les importa la ley, ustedes simplemente odian a los pobres y quieren que se mueran, así como a las mujeres, así como a los homosexuales, así como a los indígenas. No son próceres ni líderes morales”, escribió un usuario de Twitter.

     

    Tristemente, pienso que muchos miembros de la sociedad mexicana prefieren cerrar los ojos ante una persona pobre, porque tienen miedo de algun dia ser forzados a vivir como ellos. Y se retuercen ante la idea del huachicoleo porque les incomoda que existan realidades de tanta escasez, que uno se sienta lo suficientemente desesperado para robar.

     

    “No eran ladrones ni huachicoleros quienes murieron en la explosión en Tlahuelilpan. Eran gente pobre que solo buscaba un poco de gasolina”, aseveró el Gobernador de Hidalgo, Omar Fayad. “Pues su imprudencia les costó la vida… ellos sabían lo que hacían”, comentó una mujer en otra red social ante la declaración.

     

    Estaban robando, eso nadie lo niega, pero ¿solo por eso seremos capaces de negar respeto y aún más importante, compasión, hacia aquellos que murieron y sus familiares?

     

    No es que quiera apelar a la lástima, pero me gustaría que recordáramos nuestra humanidad.

     

    Cuando visité Cuba en 2016, me asaltaron. Durante un tiempo maldije al ladrón, aunque lo que me quitó era realmente de poca importancia para mi vida. Nunca justificaré lo que hizo; hubiera sido agradable que se hiciera justicia, pero no le desearía una muerte lenta y dolorosa solo porque tomó lo ajeno.

     

    Los comentarios de los mexicanos sobre este suceso dicen mucho, y de forma alta y fuerte, sobre quiénes somos, en qué creemos y a qué le tememos como país. No sé ustedes, pero no me gusta nada lo que escucho.

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