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"LA VIDA DE ACUERDO A MÍ"

"¿Viva México?"

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    alessandra_santamaria@hotmail.com

    @Aless_SaLo

     

    Hace más de un año, publiqué en este mismo medio una columna titulada “El orgullo ante tu nacionalidad pero no ante tu país”. En ella reflexionaba sobre mi sentir como mexicana. Hablaba de lo que me gusta ser mexicana y de lo que me causa tristeza. Aprovechando que hace tan solo dos días celebramos 208 años del aniversario de la Independencia de nuestra nación, consideré oportuno hablar de ello una vez más.

     

    La noche del 15 de septiembre, no hice nada. Quisiera decir que fue porque me senté a leer o a contemplar el panorama económico, político y moral de México, pero la verdad es que mi agenda social no está a reventar. Sin embargo, ahora que han transcurrido varias horas desde el festejo y he tenido la oportunidad de pensar un poco en qué significa para los mexicanos el Día de la Independencia.

    Es tradición que durante esa fecha nos emborrachemos. Es tradición también que nos vistamos como “mexicanos” (¿entonces de qué estamos vestidos todos los otros días? ¿De extraterrestres?). No falta el que quiere pasarla en grande y se lanza a la plaza local para dar el grito con el político que corresponda.

     

    “¡Viva México!”, exclamamos cada año. ¿Viva México, en verdad? ¿Viven acaso las 600 víctimas de feminicidio tan solo este año? (según los datos recopilados por la activista Verónica Villalvazo) ¿Viven bien las más de 4 mil personas en situación de calle en la capital? ¿Viven los padres de todos los jóvenes secuestrados, asesinados y cuyos cuerpos fueron lanzados a fosas clandestinas?

    No quiero ser aguafiestas y tampoco me interesa echar abajo una festividad nacional. Solo me gustaría que cada vez que llega el 15, y brindamos con un tarro de pulque, o un trago de tequila, o un plato caliente de pozole, intentemos recordar que todavía tenemos mucho por hacer. Todavía vivimos en, francamente, un país inmensamente triste. Con cicatrices más profundas de lo que ninguno de nosotros quiere reconocer.

     

    Este fin de semana iba caminando por una gran avenida de la Ciudad de México cuando vi en una esquina un carrito que vendía banderitas, matracas, pintura facial, sombreros, silbatos y otros souvenirs para conmemorar la independencia. Al lado del carrito había una mujer indigente haciendo del baño a plena vista de todos. En ese momento, no se me antojó festejar a México. ¿Qué tenemos para festejar?

     

    No somos independientes (nuestro petróleo necesita de refinerías que el Gobierno carece; nuestro banco se mueve alrededor de una moneda extranjera; hasta el mismo maíz que consumimos empieza a ser cosechado en tierras ajenas). No lo somos, y no sé si queremos serlo. No sé si podemos serlo. Pero, ¿qué pasaría si lo intentáramos?

     

    El 1 de diciembre tomará la Presidencia un hombre en el que millones de nosotros depositamos nuestra confianza. Dice que guiará al País a una era de “reconciliación” y que será recordara por siempre como la “cuarta transformación”. Tal vez en un par de años lea este texto y me ría, pues mi forma negativa de ver las cosas ya no será una realidad. Puede que México sea diferente, y en ese entonces, festejaré con gusto el Día de Independencia. Ya veremos si en el próximo año, o como máximo, en unos seis, iré con mis amigos a Palacio Nacional y juntos gritaremos “¡Viva México!”.

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