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"Opinión"

"¿Y dónde está el piloto?"

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16/10/2018

    Joel Díaz Fonseca

    El 23 de mayo pasado escribí en este mismo espacio un artículo en el que hice referencia a uno de los múltiples videos que la Escuela de la vida (The School of life) ha subido a su página de internet, que, bajo el título “¿Por qué Sócrates odia la democracia?”, expone lo que el filósofo griego considera los puntos débiles de esa disciplina.
     
    Esto tiene que ver, aunque suene contradictorio, con la democracia diferenciada, esa que aporta los elementos para hacer de la política no únicamente el “arte de lo posible”, sino el “arte de lo mejor posible”.
     
    El narrador en dicho video advierte que Sócrates compara la democracia con la gobernanza de un barco, que no debe ponerse en manos de quienes no tienen ni la más vaga idea de lo que es conducir una nave de ese tipo, so pena de llevarla a un naufragio seguro.
     
    “Si estuvieras a punto de salir en un viaje por el mar”, le pregunta el filósofo a Adimanto, hermano de Platón, “¿quién te gustaría que, idealmente, decidiera quién esté a cargo del barco? ¿Cualquiera? ¿O personas educadas en las reglas y demandas que implica la navegación?”
     
    He traído a colación esto a propósito de lo que hasta el momento han dejado ver las autoridades electas sobre cómo será su manera de gobernar, que al parecer será el sometimiento de todas o prácticamente todas las decisiones importantes, a lo que se define como mecanismos de democracia directa, concretamente el referéndum y el plebiscito.
     
    El tema de la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México es en estos momentos la punta del iceberg. Lo último que se tiene sobre este cuestionado proyecto es que del 25 al 28 de este mes se abrirá una “consulta nacional” para conocer qué es lo que quiere la mayoría de los mexicanos, si está a favor o en contra de que la nueva terminal aeronáutica se ubique en Texcoco, que es el proyecto de Enrique Peña Nieto.
     
    No se ocupa ser un mentalista para prever cuál puede ser el resultado de ese mecanismo de democracia directa. Ya lo había advertido Sócrates más de 400 años antes de Cristo: “Dejar que la ciudadanía vote sin tener educación, es igual de irresponsable a dejarlos a cargo de un ‘trirreme’ que navega hacia Samos en medio de una tormenta”.
     
    ¡Cómo se pide que quienes no tenemos ni idea de si se requiere otro aeropuerto y de qué tamaño, ni de cuál es el lugar más apropiado para construirlo, o cuál y de qué composición debe ser la inversión, votemos en una consulta abierta a todo mundo?
     
    Creo no equivocarme si digo que una inmensa mayoría de quienes puedan participar en la referida consulta votarán en concordancia con lo que hasta ahora han planteado el Presidente electo y su equipo, es decir, votarán en contra del proyecto promovido por Peña Nieto, aunque haya voces de mexicanos conocedores del tema que advierten que cancelarlo sería un costoso error.
     
    No tengo elementos para apoyar o votar en contra del proyecto en esta especie de plebiscito que incluirá a Mazatlán, pero de entrada me plantea dudas como por qué, si es nacional, solamente se llamará a votar a los habitantes de 538 de los casi 2 mil 500 municipios del país.
     
    ¿No suena más racional que un proyecto de tal magnitud e importancia para la Nación sea puesto a la consideración de personas que tengan un conocimiento amplio del tema, tanto en lo económico como en lo técnico? Asumo que una consulta de ese tipo arrojaría más certezas que dudas para que el nuevo gobierno pueda tomar la mejor decisión al respecto.
     
    El filósofo alemán Emmanuel Kant expuso, más de 2 mil años después de Sócrates, que nunca lograremos descubrir con total seguridad si quien ejecuta un acto “conformemente al deber”, lo realiza “por deber” o simplemente “por inclinación”.
     
    Esta reflexión kantiana parece arrojar alguna luz sobre este conflicto del México actual y sobre el método que se sugiere para resolverlo. ¿Se debe votar el proyecto “por deber”, es decir, con conocimiento de causa, o “por inclinación”, esto es, por alineación de querencias?
     
    El discernimiento sobre la importancia y la viabilidad del proyecto aeroportuario debe tomarse a partir de lo que puedan sugerir las voces autorizadas, no con base en un voto masificado y no necesariamente informado.
     
    Como advertía Sócrates, debe conferirse la responsabilidad de la conducción de la nave a un piloto, o un grupo de pilotos, con los conocimientos y la experiencia suficientes, si se quiere que llegue a buen puerto, no que vaya al naufragio.
     
    Y esto vale no solamente para este tema.
     

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