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"Mazatlán"

"EDUCACIÓN EN LA FAMILIA: La paciencia en el encierro"

"Columna semanal"
EDUCACIÓN EN LA FAMILIA

Estamos viviendo una convivencia en familia que normalmente no se da, lo normal es que sea a ratos y el resto del tiempo cada quien en lo suyo, teníamos espacio y nos estábamos pasando con el espacio, al grado que en muchos casos era más espacio que familia, como si fuera hotel, según las edades de los hijos avanzaban, de repente, sin previo aviso, nos vimos obligados a estar todo el tiempo todos juntos.

Y si antes había espacio para roses y chispas, ahora más, por más tiempo juntos y porque para muchas cosas apenas se conocen, encontramos que cada una de las personas de la familia tiene moditos que no nos hacen gracia, con los que solo se lidiaba de tanto en tanto, ahora es siempre, cada quien su personalidad y sus modos de ser y hacer.

Es decir que, de repente se volvió todo el tiempo, no solo de convivencia, sino de mucho trabajo desorganizado que necesita más atención, el ambiente de trabajo cambió y entre que nos acostumbramos a no perder la atención por continuas interrupciones, interferencias y estorbo, sean de trabajo de casa o de oficina, es otra dinámica a la que nos tenemos que acostumbrar, de modo que la paciencia puede ser la primera en verse afectada.

Paciencia no significa dejar pasar sin que me afecte, estilo “me vale”, sino el modo de encarar los acontecimientos, sin perder la serenidad para darles trámite, sin perder la paz.

Digamos, sencillamente, que nos sentimos raros, algo desubicados, con muchos miedos en la cabeza, quizá ya no tanto por el virus, como por todo lo demás que pasará, la incertidumbre, dice el dicho popular, "es la que mata al hombre".

Cuando ya sabes, aunque sea malo, te ubica y puedes más o menos saber a qué atenerte, pero mientras no sabes, estás en ascuas y te mantiene inquieto y claro, con poca paciencia.

Entonces hay varias cosas que debemos aprovechar para enseñar a los hijos (además de la paciencia) es importante que les enseñemos a ponerse en los zapatos de los demás, a ser empáticos, entre otras formas, preguntándoles qué sentirían si estuvieran en el lugar de tal o cual. Bueno, pues no podemos sugerirles esas cosas si antes no nos lo aplicamos.

¿Te has puesto en los zapatos de tus hijos? Resulta que ellos no saben por qué, pero también están desubicados, no saben ponerle nombre a lo que sienten y pasa, pero si preguntas, te dirán eso “no sé, me siento raro”.

El hecho es que también extrañan su rutina, porque las rutinas nos ayudan a saber qué sigue, a qué atenernos y dan paz, que ya no tienen.

Al principio podía ser divertido, pero extrañan a sus amiguitos, sus juegos y cuchicheos, su escuela y las rutinas de casa, extrañan salir y pasear, visitar amigos, parientes y abuelos, es decir, extrañan su vida conocida y también

tienen miedo, no solo por lo que escuchan, sino por lo que ven.

Entonces, con esos escenarios, los padres que pierden la paciencia, lo que sigue, es el grito, el insulto, espero que no el golpe, pero el insulto es suficiente golpe.

Y nos enteramos que en cuarentena se disparan los niveles de violencia intrafamiliar, que no significa necesariamente hombres violentos, porque mujeres también las hay, unos y otras descargan sus frustraciones en quien primero se pone enfrente.

Bueno, pues el poder de las palabras suele ser más efectivo a largo plazo que las magulladuras o un castigo, hay

quienes no ven un insulto en poner un mote al hijo: “eres un vago, un tonto o alguna palabrota”, esas

cosas hacen más daño, terminará por ser así para darte gusto. Pregúntate ¿qué sentirías si te las dijeran a ti?

A veces, las situaciones nos superan y cuando sentimos que nada funciona, nos encontramos sin estrategias suficientes para gestionar el conflicto, entonces se utiliza cualquier recurso para frenarla, aunque signifique dañar a los demás.

Si dejas que la situación se desborde, dejas de pensar y menos controlar, seguro habrá daños, ¿cuáles?

1- Tu hijo pierde su autoestima.

2- No aprende a expresar emociones.

3- Te resta autoridad, enfrían la relación y producen sumisión.

4- Provoca falta de empatía y poca tolerancia ante opiniones diferentes.

5- Favorece resolución de conflictos de forma agresiva.

6- Potencia sentimientos de ira y venganza.

Y seguramente nada de esto es lo que queremos que nuestros hijos aprendan.

Si son padres de un joven que termina la prepa, además de la singular situación de la edad, está tan desubicado como sus padres, también se siente raro y a muchos no les enseñaron a reconocer y nombrar sus sentimientos.

Si además están en la situación de graduarse este año, además de frustrados esperando una graduación diferente con baile o viaje con compañeros, nada de eso tendrán, ni siquiera despedirse de su escuela, que muchas veces ha sido la única, de sus compañeros a los que no volverán a ver en muchos casos, a los amigos cercanos.

Pues se tratarían en línea, pero a los demás no, y cómo va a comenzar la universidad, es un misterio que los inquieta, entristece y pone de pocas pulgas... Es el momento de apapachos especiales.

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