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"Columna"

"Educación en la Familia: Y llegó diciembre"

"Diciembre siempre llega para quienes todavía seguimos sobre la tierra y resulta un mes completito de fiesta religiosas y no, pero fiestas."
06/12/2017

Sicóloga Yolanda Waldegg de Orrantia

Diciembre siempre llega para quienes todavía seguimos sobre la tierra y resulta un mes completito de fiesta religiosas y no, pero fiestas.

Lo que significa que, además de alegre, suele ser complicado, por un lado nos invita a la reflexión, para luego lanzarnos a la locura de carreras y preparativos, sobre todo para las mamás.

Un mes de añoranzas por como las vivíamos antes, por los que ya no están con nosotros nunca más, por los que viven lejos, por los dineros que quisiéramos tener para hacer los regalos a todos y festejar como quisiéramos, añoramos la paz para poder pensar y reflexionar, pero también el bullicio de los que no pueden estar.

En fin, que para que no se nos complique más de la cuenta hay que tomar medidas, personales y como familia, desde ya si no se ha hecho.

Y discutir y aclarar con la familia qué es lo verdaderamente importante y que no, qué se puede dejar fuera y que no y, naturalmente, cómo va a ayudar cada uno, de qué se encargará cada quien, aunque sean chiquitos con tiempo y horario, porque los que llegan de fuera estarán de vacaciones, en las escuelas también, pero mamá no, y aunque se vale levantarse más tarde, no puede estar sirviendo desayunos toda la mañana, así que horarios sí, y tareas también.

Hijos y nietos ordenan casa, hacen camas, lavan trastes y si es posible, cocinan y cooperan con gastos, siendo familia no tendría por qué darnos pena hablar de estas cosas y pedirlas, las fiestas son de todos y todos deben colaborar, las sentirán y disfrutarán más.

Y si somos personas religiosas, el horario también debe incluir las prácticas de piedad, rezar juntos, ir al templo a las celebraciones y a dar gracias, pero también tiempo particular para poder reflexionar sobre lo que significan.

Hacer propósitos de mejorar como personas y en qué se necesita, y al fin de cuentas es fin de año también y hay que hacer un buen recuento de haberes y deberes, como cualquier negocio se debe hacer, para saber qué necesitamos mejorar el año siguiente, cuáles son unos propósitos realistas, qué podemos mejorar el siguiente año, y ayudar a los chicos con sus reflexiones también.

Son fiestas que invitan, por un lado, a la introspección y reflexión y por otro, a abrirnos a los demás, con alegría y generosidad, de la reflexión, darnos cuenta de que todo lo que tenemos se nos ha dado, sí, con tu trabajo y colaboración, pero la vida no depende de uno y todo lo que tenemos no lo tenemos, no es nuestro, somos administradores, nos lo dieron para hacerlos crecer para los demás, nada nos llevaremos, creas o no en Dios, todo lo que dices que es tuyo se queda.

Entonces es un buen momento de enseñar a los hijos a pensar en los demás, a ponerse en sus zapatos y circunstancias y darse cuenta que tan bendecidos y afortunados son, que no han hecho ningún mérito para tenerlo, solo el amor de Dios y sus papás.

Enseñarles a dar gracias y compartir lo que tienen, no lo que ya no quieren, no les sirve o no tiene interés, enseñarles a sacar de sus bolsillos y que duela, dar lo mejor que puedan, a alegrarse con la alegría que pueden dar, les va a ser más útil que los regalos que reciban.

Enseñarles a medirse en su carta a Santa o al Niño Jesús, no necesitan tanto juguete nuevo, que escojan algo que les va a interesar todo el año, no solo 10 minutos después de abrirlo, que no sea un capricho.

Y como es un hecho que a la mayoría de los ciudadanos de este País, que no sean ni diputados ni senadores ni políticos de alto rango como secretarios y todos sus comparsas, no nos sobra el dinero como para ponernos a regalar a todos los que quisiéramos.

Tenemos que ponernos de acuerdo también en este renglón con la familia y amigos, al fin todos estamos en las mismas circunstancias, y si de algo no se trata es de vender nuestra vida y quedarla a deber al banco, la vida y la paz.

Entonces regalos simbólicos o con límite de precio, o que cada quien escoja solo a uno a quién regalar algo mejor, de modo que todos tengan un regalo mejorcito, sin pasar de precio, o si tenemos tiempo, hacerlos uno mismo, los más que se puedan, como pasteles de frutas, galletas, mermeladas, tejer alguna prenda sencilla o pintar mandiles, cada quien su creatividad.

Esta es la forma mejor de regalar, va también con nuestro tiempo, nuestro pensamiento y cariño; además, que puede involucrase a los hijos que ayuden y pasar un buen rato, compartiendo trabajo y divirtiéndose.

 

 

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