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"EN EL TEATRO ÁNGELA PERALTA"

"El cuerpo como objeto de consumo"

"La efímera felicidad de lo falso es presentado por Delfos, con la coreografía ‘La Vanidad’"

MAZATLÁN._ Cuando el cuerpo se convierte en objeto pierde su esencia trascendental, las individuos que viven intensamente esa experiencia caen en un vórtice de depreciación, denigración y deterioro de la autoestima en una espiral en la que pierden su valor como seres humanos y la capacidad de valorar en ese sentido a los demás. Delfos pone el dedo en esa llaga que está viviendo el hombre en el Siglo 21 con su obra “La Vanidad”.

Lo visual es determinante en esta obra, las imágenes de cuerpos bellos, esculturales, los afeites de la cosmetología, pelucas, maquillaje, vestuario todo al servicio de la apariencia; la envoltura, la máscara que disfraza, oculta, se exponen con vehemencia en cada uno de los pasajes con los que se construye la obra para denunciar la efímera felicidad de lo falso.

Una figura andrógina solitaria y desnuda se retorció dolorosa, angustiada, agobiada en el escenario, mientras se despliega el clímax de lo falso; una pasarela de moda sobre el escenario, figurines que llevan envolturas que los hacen plásticos, objetos de consumo que adquieren vida a través de diseños extravagantes, ingeniosos, deslumbrantes, todos creados por el talento de Johnny Millán.

Una metáfora de la trasformación de un cuerpo a través de la cirugía plástica, pone en evidencia una obsesión contemporánea, transformar el físico, sustituir lo natural por lo sintético en una mentira de felicidad promovida con exultante eficiencia desde los medios de comunicación y las redes sociales.

El humor está presente en la obra en dos pasajes en los que el coreógrafo Víctor Ruiz utiliza los comerciales de los canales de televentas, en los que los merolicos en un par de minutos exponen con vehemencia los atributos de los productos y objetos para embellecer que promueven.

Mientras el público escucha, una escena coreografiada y chusca se desarrolla. El público se ríe de la parodias de un comercial de un rizador de pelo y cinco promotoras de belleza con pelucas verde forsforecente que se esfuerzan desmedidamente por mostrar que su método para adelgazar es más eficaz que los otros, en una carrera por decir mentiras y tonterías a mil por hora, una de ellas concluye “Si nada le hace efecto para dejar de ser la gordita, entonces empiece a vomitar”.

El escenario de la noche son los antros, ahí es donde los cuerpos-objeto se promueven al mejor postor, la danza se convirtió en instrumento para comunicar cómo los intercambios de cuerpos se pueden expandir en el desenfreno de la droga y el sexo, el cielo de la felicidad efímera se hace realidad, pero cuando el éxtasis de las sensaciones provocadas artificialmente se desvanece llega el infierno de los cuerpos exhaustos y destruidos que pierden el brillo de lo plástico para retocarse con maquillaje y más droga y sexo, en la fiesta sin fin de la búsqueda de la felicidad artificial.

 

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