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"Mazatlán"

"El Octavo Día: ACHICHINCLES, HUACHICOLES Y TLACHICOTONES"

"En su columna el escritor habla sobre el lenguaje náhuatl"
EL OCTAVO DÍA

La lengua náhuatl no se habló en todo el territorio nacional, pero fue una especie de “lingua franca”, como el latín en la Edad Media, el suahili en África o el inglés hoy en día, entre tribus tan diversas como los mayas o los yoremes.

Palabras como pochteca (comerciante), huachichiles o achichincle se hablaron incluso al norte de los Andes o sur de Canadá.

Esta palabra de origen náhuatl se conforma de atl, agua; y chichinqui, que chupa, lo que significa quien chupa el agua.

Cuando los españoles conquistaron México, la palabra achichincle se castellanizó y su significado se transformó para definir al “hombre ordinario que acompaña a un superior y sigue sus órdenes”, tal cual y como se aplica hasta el día de hoy, aunque el plural se singularizó.

En el imperio azteca, esa figura era más notoria en los baños de Moctezuma, ubicados en Chapultepec ya que siempre tenía a su lado a un lacayo que le acercaba el agua al menor gesto o se la echaba a las piedras volcánicas al rojo vivo del temazcal.

Dado que el Imperio Azteca era igual de autócrata que el viejo PRI, todos los dignatarios y políticos de la Gran Tenochtitlán eran, en la práctica, achichincles.

La palabra huachicol, tan en boga hoy, deriva de los huachichiles o huaches, una etnia emparentada con los huicholes, también conocida como cuaches o guaches, que significaba originalmente los colorados, pues pintaban sus cuerpos de color rojo.

Su zona de mayor presencia fue en Zacatecas y los mencionan Cristobal de Olid y Bernal Diaz del Castillo.

Este es el mismo origen de la palabra huachinango, que identifica al pargo rojo, pez cuyo nombre y consumo se extiende por el ámbito del Caribe.

En Yucatán, existe un río con agua color rojo debido a los carotenoides que contienen las algas que en él prosperan, denominado huach, y por allá, a chilangos y norteños, nos llaman huaches.

En Sonora, guacho es sinónimo de chilango o gente del sur del País. De hecho, para algunos hermosillenses, todos somos guachos desde su vecina Villa de Seris para abajo.

A los huaches, se les atribuyó el uso ceremonial del peyote y la elaboración y consumo consuetudinario de bebidas espirituosas, a base de tuna, mezquites y maguey.

El conocimiento del proceso tradicional para elaborar el huachicol pasó a los ingenios azucareros, cuando los indios de la Huasteca Potosina fueron agrupados y obligados a trabajar en ello.

En esa época, a los vendedores de tequila y aguardiente, que diluían las bebidas con agua para obtener más ganancias, se les comenzó a nombrar con el apelativo de guachicolero o huachicolero. Más castizamente, se les llamaba “vinos bautizados” porque se les echaba un poco de agüita.

De manera análoga, se les comenzó a llamar así a los comerciantes de combustible, que lo rebajaban con agua o petróleo para logra mejores ganancias.

Otra palabreja sobreviviente de ese mundo es el tlachicotón, un pulque rebajado con agua (atl), que es muy bueno para “empujarse la barbacoa”, y también los siempre ingeniosos borrachos del Altiplano le suelen llamar “petróleo blanco”, como un saludo lingüístico al comercio de hidrocarburos.

Actualmente, la palabra huachicolero se utiliza pare denotar a una persona dedicada al robo, traslado ilegal y venta de hidrocarburos, aunque los nuevos argumentos políticos afirman que están coludidos con los políticos, es decir, con no pocos achichincles que no llevan, precisamente, el agua a su molino.

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