“Ningún hombre que quiera hacerlo todo solo o llevarse todo el crédito por hacerlo, será un buen líder”.
Andrew Carnegie
A muchos nos pasa: a la hora de emprender un negocio, o en el camino a la consolidación, quienes estamos al frente de la empresa nos hemos convertido en todólogos.
Absortos en esa inercia, se nos olvida ─o ni siquiera consideramos─ que existe la opción de delegar... un arte que pocos líderes dominan. Aprender a hacerlo efectivamente va mucho más allá del concepto de aminorar tu carga de trabajo, aprender a delegar correctamente implica empoderar a tu equipo, construir confianza y fomentar el desarrollo profesional de todos tus colaboradores. Dicho de otro modo, un jefe que no delega siempre tendrá colaboradores que se limitarán a ser “levanta pedidos”.
Una tripulación de una sola persona
Imaginemos esto: si el capitán embarcación está reparando la maquinaria, porque considera que solo él puede hacerlo bien, ¿entonces quién lleva el timón? Probablemente nadie, porque el capitán tampoco confía en el segundo de a bordo. Todos sabemos que un capitán competente conoce, al detalle, qué hace el oficial de telecomunicaciones, qué ocurre en el departamento de máquinas y las tareas de cada oficial de cubierta, pero no se encarga con sus propias manos de esto, porque él tiene su propio trabajo: dirigir y coordinar.
Ser el jefe de una empresa se parece mucho a dicho contexto, pienso yo. Ahora, si incluimos a la ecuación la variable de la pandemia podríamos hacer la analogía con el capitán de un avión: en una noche oscura, o un cielo completamente nublado, el capitán tendrá que confiar no solo en su desempeño, sino en otros: el copiloto, el operador de la torre de control, los propios instrumentos de la aeronave.
Este escenario se parece al que vivimos actualmente, donde el trabajo remoto obliga a los líderes a ejercer sus funciones a distancia, sin completo control de los demás. Si ya te resulta difícil confiar en que las tareas sean realizadas con exactitud y eficiencia cuando supervisas presencialmente, creer sin ver puede ser un desafío enorme para tu receloso controlador interno.
¿Tiene usted adicción a controlarlo todo?
Repasemos 3 síntomas típicos del llamado micromanager o microgestor, y veamos con cuántos nos identificamos:
Otra verdad muy manida, pero pocas veces practicada, es que la empresa debe funcionar tanto si el dueño o fundador está ahí como si no está. En mi experiencia, he encontrado que existen 3 hábitos que nos pueden ayudar a romper el círculo vicioso del microgestor:
Una última duda: ¿cuándo no delegar?
Reserva para ti las actividades en las que te desenvuelvas mejor que nadie, las que disfrutas hacer, las que son tus fortalezas. Para el resto de las actividades, encuentra gente mejor que tú, más inteligente que tú. Recuerda: si eres la persona más inteligente en la habitación, entonces algo estás haciendo mal. Rodearte de gente competente es como jugar un partido de fútbol con jugadores de más nivel que el tuyo: eventualmente tu nivel de juego mejorará. Cuando el microgestor quiere hacerlo todo, también está acaparando actividades que alguien podría hacer mejor, lo que, sin querer, hace que la empresa sea menos efectiva.
Recuerda que al ceder responsabilidades no estás cediendo el timón, sino ganando la oportunidad de estar a cargo de una mejor tripulación, un mejor barco, y de navegar a territorios más emocionantes. Delegar puede dar miedo, pero como todo en la vida, que los retos nos pongan nerviosos es una de las señales más comunes de que nos harán crecer como persona.
Si tu respuesta es sí, te invitamos a suscribirte por solo $100 pesos al mes y apoyar el periodismo que hacemos para ti con el objetivo de hacer de Sinaloa un mejor lugar para vivir. Haz click AQUÍ.