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"Mazatlán"

"Evangelización, Educación y Cultura: Semana Santa, celebrada con tono especial"

"Columna Religiosa"
14/04/2020

Padre Amador Campos Serrano

Sorprendidos en su llegada a las tierras del llamado Nuevo Mundo, los aventureros europeos observaban horrorizados las prácticas rituales de los habitantes del lugar, las cuales consistían en ofrendar la vida de seres humanos al sol, considerado como una deidad, para darle continuidad a la vida y también para apaciguar al dios Huitzilopochtli.

Los sacrificios humanos son una larga tradición en toda la historia de la humanidad, realizados en diversas formas, baste recordar cómo el Rey griego Agamenón sacrifica a su hija, Ifigenia, a fin de aplacar a la diosa Artemisa y poder navegar hacia Troya, en el inicio de su épica aventura.

En su estupor, quienes contemplaron los rituales de los naturales de las tierras descubiertas, no caían en la cuenta de que lo que estos realizaban tenía un significado semejante al principal rito, realizado en la fe de los mismos conquistadores, aunque ellos ahora lo hicieran de manera incruenta, pues en su origen también había sido realizado de manera despiadada y cruel: era el memorial del sacrificio de la vida y la sangre de aquel ser humano, que también era Dios.

En el culto cristiano, en un lugar principal del lugar de la celebración, siempre está colocada la imagen del cadáver de un sacrificado, suspendido en una cruz, un recordatorio del sacrificio oferente de un ser humano, con el cual se busca alcanzar el divino perdón por los errores cometidos, sobre quienes a él se adhieran.

La ofrenda de la vida, ahora ya de manera sacramental incruenta, es la ofrenda siempre agradable a Dios, en expiación de las faltas cometidas y es también un signo del servicio ofrecido a nuestros hermanos.

Hoy, la palabra pandemia es tema común, un término de origen griego, cuyo significado es todas las gentes, compuesto de las palabras pan y demos, y en la medicina fue adoptado para señalar la extensión de una epidemia de manera globalizada.

De una manera más amplia, podríamos decir que una pandemia, término usado para una epidemia, se deriva de otra pandemia anterior, consistente en una acumulación de errores que, pasados por alto, van conduciendo a una lamentable consecuencia. Desoír advertencias preventivas ha sido una constante muy común en la historia, causando muchas tragedias.

En esta ocasión, nos ha tocado celebrar, una vez más, el memorial del sacrificio de Jesús con un inusual hecho inscrito, para posteridad en los anales de la historia, celebrando a un Jesús, el Hijo de Dios, doliente, con un mundo viviendo su personal redención, por ello esta no deberá ser una Semana Santa más, sino una personal ofrenda, sin ritos híbridos, hechos tal vez ya de una manera rutinaria.

Unidos a Jesús en ofrenda lacerante, el pueblo entero exclama: “Padre, si es posible, que pase pronto este amargo cáliz” y finalmente, cuando ya todo sea historia y el susto ya haya pasado, no nos acostumbremos a repetir los errores del pasado.

La Pascua 2020 deberá ser el inicio de una nueva vida, de una humanidad resucitada y resucitadora.

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